martes, 30 de julio de 2013

Patrimonio cultural de la Ciudad de Madrid


Lo que son las cosas. ¿Quien hubiera apostado a que la primera vez que el Wurlitzer Ballroom aparecería en el Boletín Oficial del Ayuntamiento de Madrid lo haría para ser declarado como parte integrante del “Patrimonio Cultural de la Ciudad de Madrid”?. 

Habría sido mas seguro apostar a que lo haría por alguna sanción administrativa, algún incumplimiento, o alguna cosa por el estilo; pero no, no señor, el Ayuntamiento (que siempre sorprende, aunque pocas veces positivamente) va y lo declara Patrimonio Cultural de la Ciudad de Madrid. Ni mas ni menos. Ahora somos Patrimonio Cultural de la Ciudad de Madrid.

¿una responsabilidad, un honor?, os preguntáis, me pregunto yo mismo. 

Pues ni lo uno ni lo otro os respondo, me respondo. Yo diría que de momento no es mas que una chorrada, que ciertamente hace ilusión y suena fenomenal (ser “Patrimonio Cultural” innegablemente mola), fruto de una ordenanza de “Contaminación Acústica y Térmica” que de apresurada e incoherente con la realidad requiere el establecer algunas excepciones y que para justificarlas acude a la denominación “cultural” para quedar mas elegante (aunque en su fuero interno seguro que mas de un concejal recuerde aquello de “...I reach for my revolver”). 

¿esta justificado? 

Totalmente, es lo mínimo (no hace falta que gritéis, ni escandalicéis, que ya os he oído: pretencioso, vanidoso, jactancioso y algunos otros adjetivos que, sinceramente, no vienen al caso pero que entiendo podéis considerar aplicables a mi persona por esta afirmación; pero lo digo en serio, totalmente). 

La verdad es que abrimos el Wurlitzer con la voluntad de convertirnos en un clásico, en un clásico de la música en directo como otras salas míticas, como el Marquee (el de Madrid y el de Londres), el Rock-Ola (que el que competimos en el nombre), el CBGB’s (que ya es patrimonio de la humanidad y cuyos retretes han sido reproducidos en el Metropolitan Neoyorquino. Eso si, creo que sin los meados que los caracterizaban) o incluso el Roxy o el Sol (aunque, obviamente, a otra escala, una  que nos haría parecer mas la parte de atrás de El Agapo que acercarnos a la idea original). Pero no solo teníamos la voluntad inicial si no que ademas le hemos dedicado el trabajo necesario (bueno, básicamente Alvaro y Helena que yo ya estoy mayor e incluso, como cantaba el bueno de Dylan “.... I was so much older then, I am younger than that now...”) y pese a negarnos a tener “un proyecto estético” hemos conseguido - tras cientos de conciertos - tener en el escenario (y alrededores, incluyendo dentro de la barra) no solo a autenticas leyendas musicales (Nikki Corvette, TV Smith, Paul Heaton, Peter Perret, Paul Collins, Aviador Dro, Mama...) si no que también a grupos que puede que vayan de camino a ser grandes (Punsettes, Radiodays, Jeff Hearsey, The Dahlmanns...) y por supuesto a muchos que no llegaran a nada, o si que la vida es muy rara. Pero divago, si eso, ya lo cuento otro dia.

¿sirve de algo ser Patrimonio Cultural? Pues, lamento informaros que, de momento, para nada (creo), pero tal vez sirva para algo próximamente, cuando nuestro querido Ayuntamiento decida endurecer todavía mas las leyes por las que regula los bares, la música en directo y todas las actividades que hacen de una ciudad una ciudad y no un páramo o una mega-urbanización. Tiempo al tiempo.

De momento solo sirve para presumir (¡Patrimonio Cultural! ¡Patrimonio Cultural! ¡Toma esa!) y bueno, para justificar esta entrada en el Blog, aunque, como ya habréis supuesto por lo poco que llevo escrito, esta entrada no acaba aquí si no que todo esto ha sido, tan solo, una introducción, una justificación, para poder hacer memoria de otros temas relacionados con los bares, con el abrir - montar bares.
Pues si, amiguitos, yo también, al igual que todos vosotros, desde una tierna edad - tierna por que el alcohol ya empezaba a reblandecer las partes mas duras del cerebro - he pensado en muchas ocasiones montar un bar. No, no solo en los momentos de alegría etílica, o en los momentos de carecer del dinero necesario para la siguiente cerveza, si no que incluso en momentos de cierta tranquilidad espiritual, incluso completamente sereno e iluminado por el sol y no por las farolas o el poético y manido conjunto de estrellas y luna.

La primera vez que, ademas de pensarlo, pase a intentarlo fue a primeros de los ochenta, seguramente en 1981 o 1982, aunque me es imposible recordar cuando exactamente. En aquella primera ocasión se trataba de aprovechar un local que Rosina Ynzenga (su familia, se entiende) tenia vacío y que estaban dispuestos a dejarnos prácticamente a coste cero (léase gratis) en... El Escorial. Ademas de Jacobo y Rosina en esta aventura iba a colaborar Diego Viloria, a los que os presento. 

Diego Viloria era un amigo del colegio, efectivamente de la saga de los famosos Viloria, aunque no de los famosos de las minas, si no de un famoseo mas local, tan local que estaba restringido a nuestro Colegio, donde había varias sagas familiares que daban lugar a que a los hermanos menores nos asociaran, viniera o no a cuento, las características de los hermanos mayores que nos habían precedido lo que, considerando, que yo tenia dos hermanos mayores bastante estudiosos y brillantes, facilitaba bastante las cosas; no así para Diego cuyos hermanos mayores Arturo y Gabriel (Gabi) estaban considerados como “conflictivos”

El caso es que Diego y yo nos conocíamos prácticamente de siempre, habiamos pasado toda la infacncia en el mismo colegio, e incluso fuimos, desde sexto hasta octavo de básica (año mas, año menos), grandes amigos pasando yo casi todas las tardes en su casa (se merendaba mucho mejor: siempre había bollería industrial para todos los hermanos). Pero divago, si eso, ya lo cuento otro día.

¿que decir de Rosina, por donde empezar?

Supongo que podría decir simplemente que era la novia de Diego, pero eso seria una completa majadería por mi parte (aunque no solo fue novia de Viloria, si no que también y prácticamente a continuación lo fue de otro Diego, Bonetti creo que se llamaba el sucesor, aunque seguramente solo fuera algo fonéticamente parecido) y obviamente no serviría para explicar nada de Rosina. 

Podría deciros que yo estuve totalmente enamorado de Rosina desde que la conocí y que podría seguir enamorado de ella, si no hubiera conocido a Lourdes, o incluso de que estoy convencido de que me volvería a enamorar de ella si volviera a verla; pero realmente eso tampoco serviría para explicar nada de Rosina. 

La verdad es que tenia una foto preciosa de Rosina, que todavía recuerdo, aunque la perdí hace años (seguramente en algún incendio o mudanza) en la que salía medio recogiendose una falda larga, a modo de reverencia, y como si fuera una estatua en la arcada de un muro. Ahora solo me queda esta foto que no la hace justicia (junto con mis recuerdos, que seguro tampoco se la hacen) y que tampoco explica nada de Rosina.


Para ser justos y que conozcais a los personajes, así era Diego Viloria por aquellas fechas; probablemente un año antes de que decidiéramos montar el bar, seguramente en 1980 o 1981.

A Jacobo ya le conocéis o le conoceréis en alguna otra entrada.

El caso es que yo perdí el contacto con Diego al terminar octavo de básica, cuando cambiamos de colegio: yo de edificio para empezar el BUP y el de directamente de Colegio y no seria hasta finales de primero de BUP cuando un día paseando con Jacobo por su barrio, seguramente de camino para comprar unos Sacys (los caramelos, no las drogas. Mal pensados) o puede, aunque algo mas improbable, que fuéramos a tomarnos unas litros al parque, de repente yo me cruce con Diego y Jacobo se cruzo con Rosina.

Como os lo cuento: ibamos Jacobo y yo, hablando de nuestras cosas, cuando Jacobo se puso a saludar a Rosina y yo a Diego, que iban paseando juntos. La verdad es que no nos dimos cuenta de lo que había pasado hasta que no nos giramos ambos para presentar al correspondiente desconocido al otro, momento en que, inevitablemente, empezamos a descojonarnos todos por lo absurdo de la coincidencia. 

Cuando conseguimos parar de reirnos, charlamos un momento, nos dimos los teléfonos, Diego y yo volvimos a ser amigos, yo me enamore de Rosina y Jacobo y yo nos fuimos a por unas cervezas o unos caramelos. No recuerdo bien.

Retomada la amistad y enamorado de Rosina, empezamos a quedar los cuatro, o en grupos menores: Jacobo a veces no se apuntaba ya que Diego y el no acababan de encajar (uno quería ser Bob Dylan o Neil Young y el otro prefería ser Adam Ant, o Brian Ferry. No necesito aclarar cual era cada uno ¿no?); otras era Rosina la que quería hacerme confesiones sobre Diego  y su relación por lo que quedábamos solos los dos,, algo que a mi me parecía fenomenal porque así aprovechaba para intentar enamorarla - nunca he sido un buen amigo en ese sentido - sin ningún éxito; otras era Diego el que quería que arreglara algún malentendido con Rosina - o algo peor, ya que la monogamia, digamos que, no era uno de sus puntos fuertes - y las mas quedábamos Jacobo y yo, sin el par de malditos hippies.

El caso es que tras algunas borracheras (míticas cuando solo estábamos Jacobo y yo, bastante lights cuando se incorporaba el par de malditos hippies que no eran especialmente aficionados al bebercio) surgió el tema de montar un bar y la disponibilidad del local.

El hecho de que el local en cuestión estuviera en El Escorial, el hecho de que ninguno supiéramos conducir o tuviéramos expectativas de tener un vehículo en un futuro cercano,  el hecho de que ninguno tuviéramos ni idea de lo que podía hacer falta para montar un bar (ademas de un dinero que tampoco teníamos no sabiamos nada de sociedades, leyes y otras cosas necesarias) y otros pequeños hechos aislados de escasa relevancia no nos impidieron plantearnos el tema con mucha seriedad. 

De hecho llegamos a ir en tren hasta El Escorial varios días para visitar el local, preparamos listas absurdas de tareas que teníamos que realizar (desencombrar, pintar, comprar mesas, taburetes, bebida, etc.) y estábamos decididos a llevar el tema adelante: montar un bar y si era necesario mudarnos todos a El Escorial.

De hecho teníamos reuniones súper serias  una o dos veces a la semana en un bar que (preparar la carcajada) se llamaba.... Snoopy.

Lamentablemente, el amor, que lo puede todo .... también pudo con nosotros y Diego y Rosina cortaron su relación, lo que produjo el daño colateral de dejarnos sin la posibilidad de aquel primer bar. 

Yo seguí viendo a ambos, de forma separada ya que no acabaron precisamente bien, durante algún tiempo; algún tiempo mas a Rosina ya que pese a estar ella enamorada de otro Diego yo soy inasequible al desaliento y Rosina, bueno, Rosina era, y es Rosina. Pero divago, si eso, ya os cuento otro día.

Después de aquella experiencia Jacobo y yo nunca nos planteamos seriamente la posibilidad de abrir un bar. Habíamos descubierto que requería demasiado trabajo y estábamos convencidos de que nos seria muchísimo mas fácil triunfar con la música a la que a partir de entonces dedicamos todos nuestros esfuerzos.

Hay habría acabado mi historia con los bares, como posible propietario que como usuario seguiamos ambos en una intensa fase de romance correspondido: yo amaba los bares y ellos me amaban a mi.

Seguro que me equivoco pero yo diría que debió de ser hacia 1997-98, cuando yo ya había vuelto a vivir a casa de mis padres, sin mis padres pero con mi hermana Helena y   a menudo con Alvaro, cuando volvió a surgir el tema en nuestra “pequeña comuna” (que no era hippie esta vez, ni grunge pese a lo que las fechas puedan indicaros, si no otra cosa. Otra cosa muy distinta, no confundamos). 

Por aquel entonces Alvaro era encargado en el Garaje Sonico, aunque lo de encargado es un decir ya que básicamente lo llevaba en su totalidad (Fernando, el dueño, no sabria como abrir si no le ayudaba Alvaro), Helena estudiaba exactas aunque con una dedicacion limitada por otros asuntos y yo... pues yo tenia mi empresa de ingeniería que compaginaba con hacerme cargo de la educación musical de la parejita

Como se que las fotos os divierten, esta seguro que especialmente, este era Alvaro mas o menos por aquella época.


En aquella época Alvaro y yo nos llevábamos muy bien (ahora también, bueno hasta que he hecho publica la foto anterior - que, advierto, no es la peor que tengo de el -  ya que probablemente ahora mismo este pensando en asesinarme lentamente. Algo que no me preocupa ya que Alvaro es incapaz de hacer cosas lentamente, otro tema seria si quisiera matarme rápidamente, entonces si que tendría pánico y andaría buscando la forma de apuntarme al programa internacional de protección de testigos). 

Alvaro estaba muy quemado con Fernando (el dueño del garaje) por pequeñas y grandes putadas que tenia por costumbre hacerle de vez en cuando, así que entre pinta y pinta trasegada en El Duende, la cervecería de debajo de casa, o entre copa y copa en la Nasti, en el propio  Garaje o en varios otros sitios, e incluso entre gin-tonic y gin- tonic en El Bar de los Muertos empezaba a perfilarse la posibilidad de que dejara el Garaje - mandando a Fernando a su Cantabria natal, o a tomar por culo; lo que quedara mas cerca o le resultara mas cómodo - y abriéramos un bar.

De Alvaro pueden decirse muchas cosas y señalar muchos defectos (¿de quien no? y añado, aunque sea innecesario, pueden señalarse muchas virtudes) pero algo que no puede decirse, sin faltar a la verdad, es que es un tipo que hace putadas, que deja a la gente, a sus amigos y conocidos, colgada. 

Así que la idea, que requería dejar ligeramente colgado a Fernando - algo plenamente justificado - no acababa de tomar forma pese a que se consolidaba como idea de futuro, de un futuro incierto, de un futuro no escrito que diría Joe Strummer.

Pero sin quitarle la razón a Joe Strummer, la vida se la acabaría dando a Radio Futura y algún tiempo después y de repente nos daríamos cuenta de que “... el futuro ya esta aquí...” y no solo surgió la oportunidad, si no que surgió la necesidad de montar un bar, o de cambiar de vida. Pero divago, si eso, ya lo cuento otro día.

El caso es que a principios de 1.999 la idea del bar era prácticamente la única opción viable, de las pocas que se nos ofrecían, y nos pusimos a la tarea de convertirla en una realidad.

Dicho y hecho: el 17 de marzo, día de San Patricio, abríamos el Morgenstern sustituyendo al Sportivo, local mítico para mi donde había pasado grandes y largas noches, tantas que siendo conocido por por hermanos mayores que eran los propietarios, acabaría siendo amigo de los hermanos pequeños cuando los mayores se retiraron (por edad y cambio generacional). 



Abrirlo no fue sencillo y seria tonto negar que pasamos muchas noches en las había tan poca gente, por decir que había alguno, que no sabíamos si saldría adelante, que parecía que nos habíamos equivocado en algo, y no sabíamos si era que la calle realmente no tenia paso; si era que el nombre era irrecordable y por eso nadie quedaba allí; si no teníamos una buena selección musical; si era porque el logo era demasiado ochentero y a la gente le repugnaba; si es que estaba mal distribuido y teníamos que quitar el billar e invertir mas; si era que, simplemente, no se nos daba bien esto de los bares; si era cualquier cosa otra cosa o todas las anteriores (incluyendo cualquier otra).

Pero seguimos persistiendo en nuestros errores, fueran los que fueran, e incluso posiblemente corrigiendo los pocos aciertos que teníamos, y poco a poco empezó a funcionar. 

¿que digo? ¿a funcionar? No, eso no es cierto. Poco a poco empezó a convertirse en un referente de la noche de Malasaña (lo que a todos los efectos representa la noche de Madrid, por lo menos de mi Madrid).

Indudablemente a este éxito contribuyo en parte que nos saltáramos toda la legislación vigente, ignorando especialmente los horarios de cierre, siendo si no el ultimo (para eso estaba el bar de los muertos), casi el ultimo en cerrar con buena música a un volumen razonable. Pero no os engañéis: este que parece ser fácil requiere mucho carácter para conseguir un publico entregado al que poder pedirle que se calle cuando la policía examinaba la puerta para ver si aun estamos dentro (todos encerrados, en silencio y sin poder salir), para conseguir que los grupos de gente se callaran en la esquina anterior para no molestar a los vecinos bajo la amenaza de prohibirles la entrada, o para evitar broncas con los inevitables malos bebedores o incluso con los locos del barrio. Pero divago, si eso, ya os cuento otro día.

El caso es que conseguimos bastante mas de lo que nos proponíamos en un principio, que era tan solo tener un bar que funcionara y que permitiera a Alvaro y a Helena vivir de el y a mi beber gratis e incluso que me dejaran pinchar (aunque en aquellos días me dejaban en otros bares); conseguimos organizar conciertos (la serie “The Breezer Gondoliers”, inspirada en el otro libro de S. Morgenstern, a.k.a. William Goldman, y patrocinado por una bebida de Schweppes que se llamaba Brezzer); conseguimos que nos multaran por aforo, por tener el bar demasiado lleno, y por supuesto por horario aunque nos divertimos escribiendo desquiciados recursos (que nos aceptaron) e incluso nos permitió irnos todos a NYC para ahorrarnos pagar unas multas que se acumulaban (gracias a que en España se deja todo para el ultimo día y a que si no estábamos para recogerlas, o negarnos a recogerlas, caducaban); iniciamos nuestra serie de camisetas de aniversario (incluso una especifica para el día del cierre: esta); pero sobre todo conseguimos noches memorables durante mas de seis años. Pero divago, si eso, ya os  lo cuento otro día.


No solo divago, si no que casi me adelanto a los acontecimientos ya que antes de cerrar el Morgenstern abrimos el ACME-Madrid, a finales de 2.005. La verdad es que, en parte, abrimos el ACME por mi persistencia en el error, ya que consideraba que la noche era demasiado cansada para mantenerla a largo plazo y que era necesario para Helena y Alvaro buscar un sitio mas de tarde, una tabernilla con comida o algo similar (que, ademas, por entonces no había, o no había casi ninguna con buena música). 

Nominalmente el ACME lo abrieron Helena y Maite ya que pensábamos que con una sociedad solo de chicas conseguiríamos, sin dificultad, alguna subvención del Instituto de la Mujer o de algún otro organismo oficial. Otro error de apreciación que añadir a la lista de mis errores ya que nunca conseguimos ninguna subvención; un error pequeño..

Otro plan sencillo: seria un bar elegante, una taberna moderna, con buena comida, excelentes cocteles y buena música.

El plan era que Helena se encargara de la cocina y Alvaro de la barra, compaginando ambos bares, y entre ambos seleccionarían el personal de apoyo necesario para que, con el tiempo, pudiera llevarse prácticamente solo; yo ya me había convertido solo en asesor - como si fuera un agente de la CIA en un país sudamericano - y nadie esperaba que realizara ningún trabajo importante, ni tampoco poco importante, solo algún asesinato preventivo de vez en cuando.

Abrirlo tampoco fue sencillo: no es lo mismo cocinar para uno o para unos amigos que elegir y cocinar cosas para hacerlas todos los días a demanda de los clientes; ni es lo mismo elegir un buen vino para cenar que asegurarse de tener una buena bodega, bien surtida, pero que te permita ganar dinero siendo competitivo. Tampoco es fácil encontrar personal de cocina valido que sepa adaptarse a una carta no tradicional y que tenga la versatilidad necesaria para estar en cocina o en barra y a veces, es incluso difícil estar en dos sitios casi simultáneamente, estar pluriempleado compartiendo horario.  

Esto ultimo se resolvió muy fácilmente ya que solo hay que conocer, tan bien como Alvaro, los entresijos de los túneles temporales que recorren el centro de Madrid para poder llegar a un nuevo sitio antes de haber salido de donde estabas. Os lo juro. Es un caso casi único, un talento que si bien es muy útil en algunos casos tiene como contrapartida el tardar una eternidad en recorrer diez metros de pasillo o incluso varias horas en ir al lavabo (supongo que para compensar el universo).

Alvaro también resolvería, sin el menor problema, el tema de la coctelería, algo para lo que tiene un don posiblemente innato; para la selección de vinos contaríamos con la inapreciable, pero muy apreciada, ayuda de Nacho, nuestro sommelier particular y de La Viña, que antes de convertirse en un hipster fabricante de su propia cerveza exclusiva nos ayudo todo lo que pudo, no solo con los vinos sino con los champañas (hizo un par sesiones de cata espectaculares) pero curiosamente no con la cerveza que obviamente era Mahou.

Preparar una carta podía ser un tema sencillo ya que mas o menos podía resolverse con unas tostas, unas tapitas e incluso alguna ensalada modernizada. Pero, a ver, ¿que gracia tiene hacer las cosas sencillas? ¿que somos, unos malditos hippies y aquí vale todo? No, hombre; no, mujer; de ninguna forma. 

Obviamente nosotros no somos unos malditos hippies, ni unos apestosos grunges, ni nada de eso, no señor o señora, nuestra primera carta incluiría cosas como “Wontons de langostinos, soja y hierbas”, “Mil hojas de ciervo con frutos secos y manzana”, “Rollito de salmón con cous-cous y sésamo envuelto en tortilla de eneldo”, “Carpaccio de idiazabal con sobrasada caliente”, “Brochetas de pollo cajun con piña y bacon”... vamos, todo esto:


¡Que menos que cosas así! ademas de todo lo anterior: las tostas, las tapitas, las ensaladas, los cocteles, los tes especiales, los postres y una buenas carta de vinos (por copas) y todo esto con menos de tres metros cuadrados de cocina. 

Si uno se va a meter en un lío, que por lo menos sea un buen lío. ¿quien dijo miedo?. ¡Con dos criadillas! (que no añadimos al menú por ser un plato demasiado clásico, no por su dificultad, que conste).

Y el ACME....



.... el ACME también fue bien.

No es que tuviéramos lista de espera para las reservas ya que no era ese tipo de sitio pero si yo iba a llevar a mis compañeros de Paniza - que reclamaban ir - debía de llamar antes y asegurar que me reservaran una mesa. Ademas teníamos clientes fieles. No solo el tío David, que cenaba allí todos los días un par de tostas con unos vinitos, de toro, y luego alguna White Label con Coca cola, o dos; o casi todo el personal de La Via lactea, especialmente Oscar que pese a estar loco, esto es indudable, si sabe comer, las camareras que igual por ser monas no saben comer y el mismísimo David Krahe que no se perdía un viernes de lasaña (porque si, ¿no lo he dicho? , si, también hacíamos platos del día, entre ellos una espectacular lasaña). 

No, no solo ellos si no que poco a poco veíamos muchas caras inicialmente desconocidas pero que repetían hasta ser caras conocidas. 

De vez en cuando organizábamos cocteles / fiestas privadas, entre semana, con un menú mucho mas complejo que el normal, e incluso mercadillos, siendo uno de estos cocteles  culpable de que Helena casi pierda un dedo al decidir coger una batidora encendida que se le caía por la parte de las cuchillas (niños, no hagáis esto en casa, ni en ningún sitio). Pero divago, si eso, ya os lo cuento otro día.

Durante unos meses había bastante gente a la que dábamos de cenar en el ACME y luego iban casi directos al Morgenstern a beber hasta altas horas de la madrugada. Hasta que cerramos el Morgenstern. No lo dejamos por que el ACME fuera muy bien, o por que nos hubiéramos cansado, o por que estuviera bajando. No, lo dejamos por problemas con la casera que no quería, no se comprometía, a prorrogarnos el contrato y sin su compromiso era mejor traspasarlo cuando aun quedaba tiempo de contrato para poder negociar.

El caso es que se lo traspasamos a un personaje-personajillo televisivo conocido: Tamara, que como si se tratara del mismísimo y malvadisimo Conde Rugen de La Princesa Prometida tenia seis dedos (al menos nominalmente).¿Casualidades de la vida? No lo creo.  ¿una señal, algo simbólico) tampoco lo creo. 

La fiesta de cierre fue histórica y nos sirvió para descubrir, entre muchas otras cosas, que si bien es difícil llevar una bicicleta en el Metro, es bastante sencillo llevar la puerta de un cuarto de baño (si vas lo suficientemente borracho). Pero, si eso, ya os lo cuento otro día.

Os sonara a broma, o a vanidad descontrolada, pero el caso es que el cierre del Morgenstern dejo bastantes huérfanos en la noche malasañera, con los que nos cruzábamos a veces,  siempre nos preguntaban, con la ansiedad propia de un yonqui en pleno mono: ¿cuando abrís otro Morgenstern? ¿pronto, no?, añadiendo “por favor, no podemos seguir así”.

Pero no es fácil, no es fácil encontrar un local para bar en Madrid con los requisitos que teníamos ya que aunque es divertido jugar al gato y al ratón con la policía por el horario, también cansa y esta vez queríamos un local con una buena licencia para poder abrir legalmente e incluso, puesto a pedir, un local lo suficientemente grande para poder hacer conciertos. 

Difícil, estaba difícil, cercano a lo imposible parecía, pese a que Alvaro, como el padre de todos los huérfanos malasañeros compartía su inquietud como el que mas y buscaba frenéticamente, podría decirse, tanto para contentar a sus pobres y desamparados huérfanos como por su propia necesidad.

Aunque para algunos la espera fuera eterna la verdad es que a los ocho meses de cerrar el Morgenstern ya habíamos localizado el local que se transformaría en el Wurlitzer que ahora se ha convertido en Patrimonio Cultural de la Ciudad de Madrid. Este era su aspecto entonces.

De eso pronto hará siete años que celebraremos con verdadera pasión, con pasión duplicada ya que para entonces ya estaremos con el nuevo proyecto de Wharf-73.

Pero de la alianza rebelde de W & W contra todo (“contra mundum” que es como siempre brindábamos Jacobo y yo), si eso, ya os cuento otro día. 

miércoles, 10 de julio de 2013

MI barba de hipster...

Ya he contado que hace unos meses me encontré un mac y que este hecho combinado con otros, que también he mencionado, me hizo pensar en convertirme en un hipster, o por lo menos en la apariencia de uno. Ya sabéis: dejarme crecer unas barbas adecuadas o un ridículo bigote (pese a ser esto ultimo mas apropiado, nunca me he planteado el dejarme solo el bigote ya que para mi la barba debe de ir unida a la vagancia mas absoluta, a la pereza de afeitarse; nunca entenderé a esas personas que llevan una de esas barbas que requieren los delicados cuidados de media docena de geishas y los conocimientos combinados de un geómetra griego con los de un agrimensor para mantenerse); ir a cafés de enrollados con mi mac en ristre y escribir entradas sesudas en mi blog mientras me tomo un te o una tarta de zanahoria o incluso, para presumir hay que sufrir, un muffin de chocolate blanco; pasear por la ciudad con mi bicicleta fix-it llevando absurdas combinaciones de ropajes y la inevitable bolsa de vinilos en bandolera; o incluso con el tiempo plantar un huerto urbano en mi terraza o fabricar mi propia cerveza casera para comentar los distintos tipos de lúpulo mientras las saboreamos religiosamente y sin disfrutar de ellas.En fin, esas cosas.

Una tarea ambiciosa pero alcanzable con un poco de dedicación. De hecho mi intención, mi objetivo final, no era ser hipster en Madrid, si no serlo de verdad: quiero ser un hipster en NYC (no en Brooklyn que, aunque sea mas apropiado, no consigo que me guste; si no en Manhattan). Me apasiona Manhattan, diría que desde siempre pero tampoco quiero exagerar ni mentiros, tan solo me apasiona desde la primera vez que estuve allí, en Julio de 1988.


Esta es la primera foto que tome de Manhattan, del skyline de Manhattan desde una de las autopistas de acceso, con incontables carriles, intentando esquivar camiones de un tamaño que solo existía en las películas.

Podría decir que la primera vez que fui a Manhattan fue de casualidad y solo estaría faltando a la verdad ligeramente. Ese verano había ido a estudiar ingles a Estados Unidos a una residencia universitaria en Morgantown (West Virginia) donde estaba previsto que estuviéramos cinco semanas (se suponia que era un curso de inmersión en la universidad americana). Si no recuerdo mal, solo había una visita programada a Washington y un día en NYC al final de la estancia. Es decir, se suponía que pese a estar en estados unidos no visitaríamos NYC salvo tal vez unas horas el ultimo día del viaje. Algo bastante inaceptable. Un plan que, obviamente, requería ser revisado y modificado inmediatamente para poder visitar todo lo posible. Pero, si eso, ya lo cuento otro día.

Por supuesto que si pudiera elegir, mas que un hipster en NYC elegiría ser un rico filántropo en NYC e incluso me pensaría abrir una casa para ayudar a los homeless, claro que para eso, ademas de los detalles nimios de hacerme millonario, tendría que enfrentarme al problema de buscar un nombre para mi obra filantrópica ya que, habiendo de todo en NYC, como lo hay, ya que han quitado el primer nombre en el que había pensado (mis iniciales).


La elección de ser un hipster era pues en parte motivada por la falta de medios para ser un millonario-filántropo y por la casualidad de contar con un mac, un apple o un cacharin (que todavía no se bien cual es el nombre técnico con el que referirme a este chisme).

El caso es que ya había dado algunos pasos, reales, que teóricos los he dado todos en mi cabeza miles de veces, y no solo ya me he visto desayunando tranquilamente allí si no que incluso me veo trabajando en un bar en el Lower East Side e incluso recibiendo vuestras visitas en mi pequeño apartamento.

Mi primer paso real fue el  intentar conseguir una Visa para poder trabajar, ganar dinero, en los estados unidos. Básicamente para conseguir esto lo que hice fue a apuntarme a la lotería de Visas que el gobierno americano realiza todos los años. No es mucho pero... bueno era un primer paso. Lamentablemente ha sido un paso fallido y no me ha tocado la lotería, ni las de las visas ni la normal para ser millonario, que siempre queda como opción. Volveré a intentarlo este año y los próximos (bueno, en esto dependo de Obama y de su reforma de emigración, que nunca se sabe) y si la lotería se me resiste buscare otra opción... ya pensare en algo y trazare un plan perfecto (seguramente con un fallo técnico de menor entidad). 

Ademas de este primer paso, necesario para ir a NYC a vivir, como ya sabéis decidí dejarme una barba, que es el primer paso, el mas fácil, para ser un hipster y no desentonar una vez conseguido el paso uno. Seria absurdo vivir en NYC y no tener una imagen apropiada ¿no?, una imagen residual o una imagen adecuada para la cámara cenital que todos los neoyorquinos llevan instalada continuamente (la instalación de la cámara cenital es obligatoria en los cinco “barrios”, aunque en algunos de ellos permiten apagarla unas horas al día).

Estaba avanzando en la dirección correcta, diría yo. 

Sin embargo la realidad parece complacerse en tener una visión alternativa de los hechos (sinceramente: la realidad esta sobrevalorada, que lo sepáis) y mientras yo iniciaba mi camino hacia mi hipsterismo y mi nueva vida como neoyorquino, la realidad parecía, y parece, empeñada en utilizar mi barba de hipster para otros propósitos.

De hecho tras algunos meses sin trabajar, o trabajando lo mínimo, resulta que el primer trabajo en el extranjero - mas un simple viaje que un trabajo, ya que se trataba de ir a una reunión que duro exactamente 9 minutos - que me sale es en un país árabe: en Doha, Qatar.

Aquí estoy frente al skyline de Doha luciendo mi hipster-barba y disfrazado de consultor.


Y para que veáis que yo seguía intentando fuertemente ser un hipster aquí tenéis dos de las fotos que hice: una de lo arquitectura creativa y otra de la nostalgia de un dinner americano.


Seguro que estáis pensando que ir a un emirato árabe no invalida mi plan hacerme neoyorquino, coincido con vosotros aunque con los americanos y estas cosas mejor no jugar ¿no?. 

Pero las cosas no acaban aquí. Ni mucho menos. de hecho mañana (hoy, probablemente) voy (van, en mi nombre, ya que como todos sabéis yo soy un negado para las gestiones) a solicitar un visado para Irak que me permita entrar las veces que sea necesario en el país ya que parece que me han apuntado para otros trabajos por esas tierras. 

Es verdad que esto no invalida mi plan: todavía puedo hacerme un hipster neoyorquino, pero, lo que no me negareis es que da un nuevo sentido a mi barba, que ahora con estos cambios ya no es una barba de hipster si no que poco a poco se va convirtiendo en una barba de Taliban.

Si ademas tenemos en cuenta que yo siempre he sido, o me han considerado algunas personas sin criterio, un poco Taliban en muchos aspectos, fundamentalmente en casi todos mis gustos y en la convicción de mis creencias mas absurdas, como lo que es, o no es, power-pop, buena literatura o la forma correcta de comportarse... temo que el camino emprendido se ha torcido y que mas que hipster me estoy volviendo un Taliban, un Taliban con todas las letras. Otro plan fallido, vuelta al inicio y sin pasar por la casilla de salida.

En cualquier caso y como siempre hay que mirar el lado bueno de la vida (“... allways look on the bright side of life... tara...tara...tarara ra ra ra...”) igual esto me convierte en mas americano y ya podré decir como si fuera un ex-marine que he estado en Iraq y en Vietnam... puedo hacerme pasar por un veterano de los principales conflictos belicos que marcan la historia estadounidense. 

Igual debería visitar Afganistán para haber estado en tres escenarios bélicos americanos y obtener mas factiblemente la nacionalidad, aunque con este aspecto... creo que ya parezco un homeless total.

lunes, 8 de julio de 2013

Comentario de textos - Junio 2013


Pues aquí andamos un mes mas, a comentar las lecturas del mes, que como siempre proceden todas de mi librería de referencia (Librería Mendez en la calle Mayor de Madrid; ya os informare cuando esta situación cambie, que puede que lo haga en breve). 

Como vereis he añadido las portadas (que se lo que os gustan las Fotillos). Pues al tema, lo leído este mes ha sido:
Personas como yo - John IrvingKaroo - Steve TesichAdiós a Bech - John UpdikeEl Pacifista - John BoyneJinetes en la tormenta - Diego Garcia ManriqueLa verdad sobre el caso Harry Quebert - Jöel DickerCentauros del desierto - Alan Le MayDe vuelta del mar (antología poética) - Robert Louis Stevenson


Hay novelas que tienen, prácticamente, un único protagonista, en las que los personajes secundarios y la propia trama son tan solo un acompañamiento, necesario, para poder desarrollar al personaje. En estos casos el que la novela te parezca buena depende casi en su totalidad de cual sea tu identificación con el personaje: si el protagonista te cae bien es muy fácil que la novela te guste aunque no este brillantemente escrita; y si el personaje te parece un imbécil odioso seguramente tenga que estar muy bien escrita para que no te parezca mala. Karoo es una novela sobre un guionista (escrita por un guionista) “... en la cincuentena, un cínico retorcido y egoísta, un mentiroso patológico. Lo único que hace bien es destrozar al trabajo ajeno...”, o eso dice la contraportada. 

Yo tengo mis dudas tanto sobre el trabajo de Karoo, que no me parece el de guionista si no mas bien el de montador-director, ya que su trabajo consiste en arreglar películas ya filmadas, descartando trozos, rebuscando entre lo no incluido, cambiando el orden, para darle coherencia final a un mal producto, para arreglar el trabajo ajeno (o destrozarlo en algún caso); y muchas mas sobre al resto de valoraciones morales, todo eso de cínico retorcido egoísta y demás. A mi al principio, de la novela, me parece un tipo bastante encantador con el que incluso puedo sentir a llegarme identificado y que borda algunas escenas (como cuando va al medico y descubre que incomprensiblemente ha perdido parte de su altura y ha ganado un peso que no tenia, se ha achatado, habiendo entrado con su peso y altura normales) o comportamientos (tiene un hijo al que quiere pero con el que prefiere no convivir e incluso no estar con el mas de lo imprescindible). 

Hay partes, al principio sobre todo, que me parecen excelentes: ingeniosas, divertidas, con ritmo; pero la verdad es que luego la historia se intenta “comer” al personaje creando una trama que, aunque necesaria en cierta medida, intenta transformar todo el personaje en otro sujeto mas accesible, mas sufridor. Pese a todo me parece una novela muy interesante y divertida pero si no te gusta el sentido del humor del personaje es mejor que la dejes y si deja de gustarte dejala también: no va mejorar, lo bueno esta al principio.

Seguro que ya he comentado que John Irving es uno de mis escritores preferidos, del que me gusta casi todo, e incluso seguro que también he comentado que es una de las cosas que comparto con Claudia Schiffer, las demás no es necesario comentarlas, y sin embargo no tenia ningunas ganas de leer Personas como yo. Tan pocas ganas tenia que he dejado pasar un viaje a NYC sin comprarlo y al final lo he acabado comprando en español tan solo porque no tenia nada que leer y se acercaba el fin de semana.

Los libros de Irving siempre tratan de algo, la historia siempre se desarrolla en torno a un tema central importante como el aborto, la predestinación, la paternidad, ese tipo de cosas. En este caso la historia, según críticos, contraportadas y artículos, trata el tema de la homosexualidad - tema que, al ser un heterosexual no practicante, sinceramente no me  interesa especialmente. Ademas creo que el que dividir a las personas entre las que prefieren a las personas de distinto o del mismo sexo es casi como dividirlas en aquellas que prefieren las rubias a las morenas, las altas a las bajas, las flacas a las gordas, o cualquier otra majadería. Pero divago, si eso ya desarrollo esta teoría otro día - ademas se supone que sucede en Madrid, en Chueca obviamente y la verdad es que me cuesta imaginar que Irving sepa lo suficiente sobre mi ciudad como para no cometer errores enervantes.

Afortunadamente la parte de la historia que pasa en Madrid solo ocupa unas pocas paginas, casi al final de la novela, así que no destrozan demasiado mi ciudad e incluso parece divertido leer sobre Bodegas Sierra en un libro de Irving, aunque si durara unas paginas mas estoy seguro de que seria lamentable ya que el conocimiento de la vida en Madrid de Irving es ligeramente ridículo. Baste decir que Madrid aparece porque el protagonista, profesor universitario en una pequeña universidad americana, viene a buscar a su padre y se aloja en un hotel durante una temporada, que puede ser larga, resultando que ese hotel es... el Santo Mauro. ¿de verdad? ¿de verdad viven tan bien los profesores universitarios americanos, o solo viven así los escritores consagrados? El Santo Mauro, ni mas ni menos.

En cuanto a si la novela va sobre la homosexualidad, pues es cierto que el protagonista es homosexual - realmente bisexual según su propia identificación - y no es el único, de hecho en la novela hay transexuales, travestis, gays, lesbianas, heterosexuales e incluso homófobos, pero como el propio Irving dice por boca de su protagonista:
Era escritor y activista político ocasional a favor de los grupos LGBT en todas partes. Ah, no, perdón; el lenguaje, lo se, cambia sin cesar. 
Un profesor muy joven de Favorite River me explico que decir LGBT ya no era lo apropiado (ni lo bastante inclusivo); debía usarse LGBTC.
- ¿Y qué coño significa la C? - pregunte al profesor - ¿”Combativo”, tal vez? 
- No, Bill - contestó el profesor -. “Cuestionadores.”- Ah

Si, supongo que en gran medida, sobre los cuestionadores es sobre lo que va la novela, aunque casi ninguno de los protagonistas se cuestione su identidad sexual.

Una vez leída la verdad es que lamento no haberla leído en ingles, no solo porque me guste el sonido de Irving, si no porque para designar a los homosexuales se utiliza la expresión “del ramo del agua” y es la primera vez que la oigo en español así que me queda la duda si es algo local de Maine que desconozco o una aportación del traductor. Si es una expresión generalizada en Maine pues tendré que tener cuidado al comentar con gene de Maine ya que yo “soy del ramo del agua” profesionalmente.

Una expresión que conocía pero que creía totalmente anticuada, solo aplicable en los  tiempos del mas remoto imperio británico, era la de “pluma blanca” para referirse a los que cometían actos de cobardía - como en la película “Las cuatro plumas” que veíamos de pequeños - así que no me sorprendió que la misma se aplicara a los objetores de conciencia ingleses en el contexto de la primera guerra mundial en El pacifista

Digo que no me sorprendió pese a considerarla totalmente inaplicable ya que la objeción de conciencia (la bélica) y la cobardía no creo que sean cosas comparables, si no que incluso antagónicas, mas en la primera guerra mundial, donde como explican del destino de uno de ellos: 


- No - contesta Will -. No, lo mandaron al frente, a hacer de camillero. Eso hacen, ya lo sabes. Si te niegas a luchar, dicen que como mínimo puedes ser de ayuda a los que sí lo hacen. A algunos los mandan a trabajar en las granjas... trabajo de importancia nacional, lo llaman; esos son los afortunados. Otros van a prisión, esos no tienen tanta suerte. Pero casi todos... bueno, acaban allí de todos modos.
- Me parece justo - comento. 
- Solo hasta que caes en la cuenta de que un camillero en el frente tiene una esperanza de vida de unos diez minutos. Los mandan mas allá de las trincheras, a la tierra de nadie, a recoger los muertos y los heridos, y ahí acaba todo para ellos. Son un blanco fácil para los francotiradores. En realidad es una especie de ejecución publica. Ya no parece tan justo ¿no?

(cuando William Goldman escribió el guión de “Un puente muy lejano” contaba que entendía que a la gente le impresionara el valor de aquel pequeño grupo de soldados que cruzaba el río en una barquilla estando casi seguros de que al otro lado les estaban esperando las ametralladoras alemanas. A el también le impresionaba, el valor que tuvieron que tener para ir tranquilos hacia una muerte casi segura por cumplir con su deber pero... le impresionaba mas el valor de los que se subieron a la segunda barca, una vez ametrallada la primera por los alemanes, estos no tenían duda de su destino pero tenían un deber. Algo parecido pasaba con esos plumas blancas: sabían que los mandarían a una muerte segura, no casi segura, no, segura. Pero ellos eran los cobardes, los plumas blancas).

El escritor es bastante famoso, es el autor de El niño con el pijama de rayas que ha sido un best-seller, de esos multitudinarios, que yo no he leído (por snobismo o por hipsterismo o solo por que no me apetecía, por que no me gusta el titulo, pues no lo se). Personalmente me molesta un poco que se cruce la historia del objetor de conciencia con una historia de homosexualidad, ya que parece reforzar el tópico aunque no sea la intención del escritor. Es una novela sobre la culpa, los secretos y realmente sobre la homosexualidad, no sobre la objeción de conciencia, que no es mas que una excusa para desarrollar una buena historia.

Si bien John Irving es un autor que me gusta y del que busco sus libros en cuanto salen (vale, menos el ultimo ya comentado) y si puedo lo leo en ingles, con John Updike me pasa algo casi totalmente contrario: no me gusta y sin embargo siempre que veo un libro suyo me lo compro y lo leo. No los busco, ni tengo interés en leerlos en ingles, pero si se cruza en mi camino un libro de Updike no puedo evitar comprarlo - es una pulsión -  me lo leo y... no me gusta. Así llevo ya varios y con Adiós a Bech (el tercero de una trilogía del que no he leído los dos anteriores, no se cruzaron en mi camino) se ha cumplido el patrón.

Creo que Updike escribe bien, que sus historias están bien, con buenos personajes, grandes momentos, frases y reflexiones, como esta con la que incluso puedo sentirme identificado:


“...Tal vez debería bajar un poco el tono de la verborrea jactanciosa de Jason. El procesador de textos, su tecleo sin fricción, animaban, como llevaban años quejando los académicos, a la prolijidad...”

... y sin embargo, no consigo que me guste. Nunca, de momento: ni uno me ha gustado, creo que ya vamos siete a cero. 

Si sigo intentando no es masoquismo, ni por gastar dinero, es porque era uno de los escritores favoritos de mi padre y en cierta medida me niego a que no me guste. Confío en que algún día, leeré uno que me guste, descubriré que estoy preparado y volveré a leerme todos los que tengo, disfrutando de ellos. Para mi Updike es como una prueba, lo leo y compruebo que todavía no estoy preparado para que me guste, aun no soy como mi padre. Para bien y para mal.

A poco que sepáis sobre mi memoria, poco hay que saber ademas de que apenas existe, seguro que ya habréis notado que ahora me documento un poco a la hora de escribir sobre mi pasado. Supongo que ninguno cree que me sabia de memoria la fecha de mi primer concierto, o el precio de la entrada del mismo después de tantos años. No, todos esos datos son fruto de un trabajo de recopilación de información en las escasas fuentes que poseo y en internet. (Por cierto que aprovecho y mando un mensaje a mis hermanos - que me estarán leyendo - para ver si me pueden pasar cosas de aquellos años. Ya hablaremos). Si alguno lo creía, siento decepcionarle pero: no, no recuerdo esas cosas, los Reyes Magos no existen y seguramente no me acuerde de como te llamas. Así es la vida.

El caso es que cuando vi que Diego Manrique había “recopilado” algunos de sus artículos sobre música en Jinetes en la Tormenta pensé que igual podríamos compartir algún recuerdo, o que podría servirme de fuente fidedigna que pusiera un poco de luz sobre determinados episodios o sensaciones. Pero no. Antes de comentar el libro diré que Manrique siempre me ha parecido un imbécil, vanidoso y pretencioso; esto lo recuerdo y no necesito fuentes adicionales para recordarlo y reafirmarme.

Lamentablemente, ahora las tengo y Manrique me sigue pareciendo lo mismo. Lo único que ha variado es que ahora le considero ademas repetitivo, ya que hay varias historias que cuenta en distintas partes del libro (supongo que estará justificado por no editar los artículos que escribió en su día, aunque considerando que solo en algunos puede saberse la fecha por referencias me parece una estupidez). La selección de los artículos, pese a que se supone estructurada, me ha parecido pretenciosa y pobre a la vez; los artículos en si mismos diría que bastante malejos. Igual si los hubiera editado, hubiera intentado darles algo de coherencia, incluso si los hubiera completado... pues podría ser otra cosa; no digo que buena, pero por lo menos aceptable. Tiempo perdido, oportunidad perdida y casi diría falsificación documental documentada.

Supongo que el hecho de que al hablar de Nabokov y concretamente de Lolita se diga que “la Gran Novela Americana fue escrita por un ruso” (Alan Levy) hace inevitable que el mismo tema, o variaciones, resulten tentaciones irresistibles para casi cualquier escritor: La verdad sobre el caso Harry Quebert puede considerarse, en cierta medida, una de estas variaciones. 

Es difícil contar algo de esta novela, aparte de lo contado en la contraportada y de lo ya mencionado, sin acabar haciendo un spoiler de la misma así que solo diré a) que es una novela muy entretenida b) que la intriga se complica y resulta llena de sorpresas, aunque algunas innecesarias y c) que la parte de teoría de la escritura, los trucos, podía haberse eliminado y no se hubiera perdido nada.



Leer poesía es difícil, hablar de ella mucho mas, a menos que este sancionada por los años es algo demasiado personal, como las canciones. Yo no leo mucha, aunque puedo, lo hago con frecuencia, citar a Dylan Thomas, Vallejo, Gil de Biedma, Ana Maria Moix incluso a Claudio Rodriguez y a bastantes otros sin problemas; incluso tengo mis poetas favoritos actuales no conocidos, o conocidos por pocos, como Nogales o Azpeitia (que son amigos y de los cuales tengo excelentes cosas inéditas. Pero divago, si eso ya os lo cuento otro día); la verdad es que es muy raro que compre poesía. Sin embargo si te cruzan con un libro de poesía de alguien que no sabes poeta, pues lo compras y a ver ri hay suerte. Eso me ha pasado con De vuelta del mar, ni idea de que Robert Louis Stevenson, el de La isla del tesoro y del Doctor Jekyll y Mr Hyde, había escrito poesía. Pero tampoco es raro, al fin y al cabo tampoco sabia que era de la familia de los Stevenson que estudie en la Escuela como importantes constructores de faros, o si lo sabia, lo supe pero ya lo había olvidado junto con mucha otra información.

Como yo no me siento capacitado para decir si es un buen poeta o no, le dejo la palabra a Luis Antonio de Villena en el que se pregunta, en el prologo, si ¿era o no un gran poeta?
 y se responde:

“... nadie se asombrara si mi respuesta es “no”. Robert Louis Stevenson, gran prosista, no fue un gran poeta, pero si un poeta dotado de enorme facilidad y por tanto autor de muchos buenos poemas... ...se nos muestra en su poesía mejor como un “poeta de circunstancias”. Se que la expresión “poeta de circunstancias” no suele ser admitida como muy positiva, aunque sin explícita justificación...”

Pues eso, que gran poeta no es pero hay poemas buenos. Ademas es una antología, bilingüe que uno es un hipster no lo olvidemos, seleccionada por Javier Marías lo que tiene su parte buena: se supone que solo han escogido los buenos; y su parte mala: los ha escogido Marías y con la poesía pasa como con los discos, a veces las mejores canciones no hacen buenos singles y no entran en las recopilaciones (las antologías en términos de música). Para mi hay un par de versos buenos, incluso excelentes, en un par de poemas pero muchos del resto me resultan farragosos y me dejan indiferente. Por cierto que no he entendido unos apéndices que vienen con el texto - lo digo, por si alguien sabe que son - y si que he echado de menos un indice de primeros versos.

Hablando de aventuras clásicas, aunque algo menos que Stevenson, y de mi desconocimiento general y enciclopédico, pues este mes me he enterado, gracias a Valdemar, de que Centauros del desierto - si, esa, la de John Wayne, la niña perdida y los Comanches - fue libro antes que película, e incluso diría que un buen libro. Creo que no estropeo nada si os recuerdo que es la historia de una persecución eterna, una búsqueda trascendente, en la linea (salvando las diferencias) de Moby Dick o del Santo Grial. Claro que con trampas ya que como explica en la propia novela, e incluso en la contraportada, es una persecución incompatible con la mentalidad india ya que para un indio cuando huye “después de un tiempo piensa que debe desistir, y comienza a aflojar. Por lo visto, no concibe que exista una criatura que persista en una persecución hasta el final”. Es decir, según el propio autor, la huida que se plantea en la novela es incompatible con el carácter indio para el que, simplificando, nada, ni la huida, ni la persecución tiene tanto interés como para convertirse en una obsesión vital.

Resulta curioso que tras haber dejado atrás, en la infancia, las historias del oeste de Marcial la Fuente Estefania, las del Sheriff King, los western (aunque de estos todavía me obsesiona volver a ver Flecha rota, porque tengo un recuerdo infantil extraño) en este ultimo año he leido tres historias del oeste: Una de Trevanian (“Incident at twenty mile”; que tarda en arrancar pero que me gusto), la de The Brothers Systers (que me parecio fojilla y que ademas me confundia un poco al hablar a veces de los brothers y a veces de los sisters) y esta. Pero divago, si eso, ya lo cuento en otro momento.

El libro esta bastante bien, aunque tiene ratos un poco pesados y el escritor parece ser bastante de la liga anti-alcohólica con esa descripción de “El tequila tenia un sabor desagradable y resultaba difícil acostumbrarse a el, como si alguien se hubiera lavado los calcetines dentro” y otras que siguen. 

Mi frase(s) favorita: “Siempre se asumía que el primer hermano muerto en una familia era el que habría llegado mas lejos en la vida. O al menos eso es lo que siempre te decían”

Ademas de la obviedad de que los muertos siempre son buenos, se esconde una tristeza en el hecho de que todos los hermanos morirán, ley de vida pero...; no se, es como aquello de Ana Maria “Todos los hermanos eran valientes: uno murió” pero a lo bestia.