viernes, 25 de julio de 2014

Comentario de textos - Junio 2014


Canada - Richard Ford
Big Brother - Lionel Shriver
Los Hijos - Gay Talese
El gato que venia del cielo - Takashi Hiraide
Los caballeros las prefieren rubias. Anita Loss
Pero se casan con las morenas – Anita Loss


Pues como os comentaba a finales de mayo, para evitar acudir a la feria del libro, me acerque por segunda vez consecutiva a la Librería Méndez sin respetar el turno implícito de dividir mis compras entre mi librería de referencia y la que ya supongo es vuestra librería favorita en la sierra de Madrid: la librería Fuenfria de Cercedilla que sé que cada día os gusta más y que espero que os siga gustando cada día un poco más por aquello de departir con el librero tarambana y tener escaso riesgo de cruzaros conmigo (dos grandes ventajas que seguro no apreciáis suficientemente).
 
Con mi memoria, incluso con la que tenía antes, comprar libros) es difícil porque nunca recuerdo si ya me lo he comprado o no (algo menos con los discos, pero incluso me pasa con la ropa y de hecho tengo varias camisas idénticas y no solo porque me gusten, que me gustan, si no porque me he olvidado de que las había comprado) o si he leído algo del autor y de si me ha gustado no. Cuando estoy en la tienda, salvo casos excepcionales, esta es una duda que me ataca al mirar cada libro ¿he leído algo de este autor?¿me gusto o fue aquel que deje a mitad?

La verdad es que estaba convencido de que ya había leído algún libro de Richard Ford y estaba igualmente convencido de que me había gustado; además las dos primeras frases de Canadá prometían: “Primero os contare lo del atraco que cometieron nuestros padres. Y luego lo de los asesinatos, que vinieron después.”. Un principio bastante prometedor ¿no?, no tan bueno como para incluirlo en mi top ten de principios demoledores, que un día intentare recopilar en una entrada por aquello de comentarlos, pero a mí me parece un buen principio. Lamentablemente y aunque es verdad que hay un atraco e incluso unos asesinatos en el libro el libro no tiene el ritmo que un principio como este se merece, de hecho se queda en una anécdota respecto al resto del libro que se vuelve una lenta historia familiar de dos hermanos y de su separación por ese primer acontecimiento pero que no a mí al menos no me ha interesado especialmente e incluso se me ha hecho bastante pesado, no tanto como para dejarlo a medias pero casi, casi.

(Por si os lo estáis preguntando, lo he comprobado y no, no había leído ningún libro de Richard Ford y estoy casi seguro que confundía a ese Richard con Richard Russo, del que ya creo haber comentado algún otro libro y que si que es un autor que me atrevería a recomendaros, si yo recomendara libros o autores y si supiera que os gustan los libros “lentos” que no es el caso. O igual o confundía con cualquier otro Richard o incluso con algún otro Ford que todo es posible).

Shiver sin embargo era un apellido que no me sonaba de nada, aunque titular, en estos tiempos que corren, una novela Big Brother son ganas de provocar malentendidos entre los potenciales lectores que nos dejamos llevar por poco más que el titulo y/o la portada, que solo de vez en cuando miramos la contraportada, algo que intentamos evitar ya que suelen tener tendencia a destriparte la historia, y que normalmente nos conformamos con mirar las primeras frases o como mucho ojeamos las paginas para hacernos una idea del “tono” general del libro y de si es “de diálogos” o “de largas descripciones” ya que, creo que inevitablemente, ese Big Brother lo tenemos asociado, los más afortunados, a un mundo en el que todos nuestros movimientos son vigilados, y los menos afortunados a un programa, o muchos, incluso demasiados, de la peor televisión.

En este caso la contraportada nos habla de otra historia de hermanos, lo que obviamente y puesto que en Canadá ya había hermanos era un punto en su contra, pero también nos informa de que en la historia hay un “nazi de la nutrición” lo que obviamente era un punto a su favor, al menos para mí que estoy convencido de que este tipo de nazis son verdaderamente peligrosos, seguramente no tanto como los nazis convencionales pero no muy lejos de ellos (dicho esto sin ánimo de trivializar el nazismo como ahora hacen muchos nazis encubiertos de los muy distintos tipos que existen) y que son un objetivo prioritario de mis diatribas periódicas por motivos que no voy a entrar a explicar ahora mismo, pero que estoy dispuesto a explicar en cualquier momento delante de un buen chuletón o incluso de cualquier comida adecuada, por supuesto siempre orgánica (porque yo solo como comida orgánica y solo bebo agua mineral porque como todos debéis saber no hay de otro tipo: de momento no hay agua vegetal, ni animal, salvo tal vez la reciclada que beben algunos astronautas; ni comida inorgánica, salvo para algunos culturistas o similares y para los ya mencionados astronautas que pueden alimentarse de pastillas o productos nutricionales elaborados en laboratorios farmacéuticos).

Afortunadamente el libro trata sobre todo de las relaciones entre dos hermanos - realmente, aunque irrelevante, se trata de hermana y hermano - y del entorno familiar de ella (él no tiene puesto que es un fracasado, fracasado por gordo entre muchas otras cosas) y de cómo se vive una adicción.

La verdad es que a medida que avanzas en el libro piensas que la gordura es simplemente una metáfora de cualquier adicción (y en gran medida lo es) aunque también a medida que avanzas algunas situaciones son solo explicables, atribuibles, a la gordura y no tienen una equivalencia en otras adicciones.

Siendo yo gordo – sí, porque aunque parezca que he adelgazado la báscula de mi endocrina dice que para nada, que sigo rondando las tres cifras (no dire por que lado) - podríais suponer que me ha gustado por eso, pero la verdad es que no. La verdad es que me ha gustado porque creo que trata bastante bien lo que algunas personas están dispuestas a hacer por su familia y como algunas decisiones para mantener lo que crees importante no son compartidas por aquellas persona que más te importan y hace que algunas cosas que podrían ser sumamente sencillas, como ayudar a un hermano, se compliquen excesivamente.

Aparte de los nombres de los autores y esas otras características básicas que ya he comentado un factor que siempre influye en la decisión es el tamaño del libro.

La verdad es que cuando veo un libro muy largo, digamos de más de 700 páginas con letra pequeñita, siempre me enfrento al mismo dilema: si es bueno estaré encantado e incluso se me hará corto, además puesto que los libros cuestan prácticamente lo mismo sea cual sea su longitud son obviamente una gran inversión desde un punto de vista económico; pero, si es malo, si no consigo meterme en la historia o en los personajes se me hará interminable, a menos que lo termine por el “método b” que es el de dejarlo sin acabar, y sentiré que he perdido mucho tiempo por lo que será una pésima inversión de tiempo.

Los Hijos, con unas setecientas cincuenta páginas y con una letra que obliga a casi cualquiera - salvo a los jóvenes imberbes o prepubescentes - a plantearse la adquisición de unas nueva gafas que faciliten su lectura, en mi caso de unas lentes progresivas que me conviertan en el anciano entrañable que me gustaría ser en breve, o más probablemente en el viejo gruñón que casi seguro terminare siendo también en breve (lo único seguro, es que sea lo que sea, será en breve); así que si encontramos a alguien que apueste por la primera opción, podéis apostar, que ya sé que todos vosotros apostaríais por la segunda: la del viejo gruñón, es uno de esos libros que resulta necesario “sopesar” muy mucho.

Esta vez, aunque os parezca increíble, me acordaba de haber leído hace poco otro libro de Talese, que incluso recuerdo haber comprado porque confundí al autor con otro. Sí, me acordaba de haber leído un libro de Talese pero, por supuesto, no recordaba si el libro que había leído me había gustado o no, obviamente recordar este pequeño detalle es algo que está por encima de mi capacidad memorística actual y que por supuesto carece de importancia.
 
También he de reconocer que para mí, las pocas veces que la leo, carece de importancia lo que diga la contraportada ya que en esos raros casos la leo en diagonal y saltándome una de cada dos palabras. Ahora que la vuelvo a leer, dice claramente que es una saga familiar desde finales del XIX hasta los primeros cincuenta, obviamente con mi método de lectura de contraportadas yo había decidido, unilateralmente y sin ningún criterio, que la saga familiar sucederá en otra época más actual y que de hecho se centrara en los sesenta. Misterios de la vida y de la lectura de salteada.

Pero fue por esta decisión unilateral, que la saga se centrara en los cincuenta y sesenta la razón principal por la que me decidí a comprarlo, así que ya podéis imaginar mi sorpresa cuando la historia empieza a finales de XIX e incluso parece que se va a remontar hacia atrás y no avanzar hacia mediados del siglo veinte.

Una sorpresa total para mí, que veía como avanzaban las páginas del libro y seguíamos en la primera guerra mundial y que para cuando empezaba la segunda guerra mundial ya habíamos pasado holgadamente la mitad del libro.

A este paso para llegar a mitad de los sesenta iba a necesitarse un segundo tomo del que no me habían anunciado nada en la contraportada, menuda estafa, menuda estafa, si esto fuera lo que decía la contraportada y no algo que yo hubiera decidido por mi cuenta que no era el caso.

La verdad es que se trata de uno de esos libros que parecen muy bien documentados y en los que se aprende muchas cosas, como porque los tanques se llaman tanques (según Talese, se debe a que en el primer transporte, en la primera guerra mundial, se llevaron cubiertos en tren al frente - curiosamente hasta el desierto del Sinaí -  y, para despistar al enemigo, se referían a ellos como tanques/depósitos de agua); que en la primera guerra mundial las divisiones americanas eran divisiones segregadas - solo de negros o solo de blancos - y que entre estas estaba el regimiento 369 que se llamaba los Harlem Hellfighters (un nombre excelente, del que me gustaría ver la insignia, si es que la tenían); y se recuerdan algunas otras como que Mussolini fue - además de director de periódico - un agitador comunista antes de convertirse en el Duce o que Cole Porter en 1934 tuvo un éxito musical con un tema que decía “Eres lo más, eres Muss-o-li-ni...”.

Desgraciadamente, pese a la apariencia de bien documentado y a lo creíble de lo que cuenta, habla de la guerra civil española, comentando “que duro hasta la caída de Barcelona a manos de la tropas de Franco en enero de 1939”. Es verdad que yo de historia se poco menos de lo estrictamente necesario, pero incluso para mí - incluso para mi dañada memoria – parece, cuando menos, ligeramente inexacto. Claro, esto me hace poner en duda el resto de informaciones que  contiene aunque no lo suficiente como para que no las cuente en un futuro cercano (verificadas o sin verificar, eso ya veremos).

Los libros especialmente “delgados” también requieren una profunda reflexión ya que por precio, al costar básicamente lo mismo que uno normal o que uno gordo, son una “mala” inversión económica; eso si, por malos que sean tampoco te van a destrozar la vida mucho tiempo (bueno, algunos lo consiguen por aquello de ser sumamente ilegibles pero es difícil es como marcharse del cine viendo un corto).

Con poco más de 150 páginas, con una letra considerable y con unos márgenes que solo pueden clasificarse de generosos El gato que venía de cielo, podría ser clasificado como una mala elección solo por este motivo. Mucho peor elección si consideramos mi especial relación con los gatos, que han sido fuente de varios disgustos y situaciones bastante confusas a lo largo de mi vida (si eso, ya os cuento otro día). A su favor tenia estar escrito por un japonés, algo que salvo que se trate del Murakami plasta puede ser suficiente (el que es obligatorio haber leído para poder tomar café en La bicicleta), y también el venir recomendado por Kenzaburo Oé que es un autor que para mí era de culto mucho antes de que le dieran el Nobel (que creo que se lo han dado pero ahora me entra la duda) y que, pese a esto, sigue siéndolo. Solo diré que si bien Oé seguirá teniendo todo mi aprecio (¿Cómo podría perderlo alguien que titula un libro “Arrancad las semillas, fusilad a los niños”?) esta recomendación no me parece fiable ni justificada, aunque esto último puede que sea fruto de su edad (de la suya, digo) y de un posible amor a los gatos no comprendido ni compartido (suyo, que no mío).

Pues si ni el autor, ni el título, ni la contraportada ni incluso el tamaño que otro criterio se puede aplicar para seleccionar un libro concreto entre otros muchos os andaréis preguntando. Pues ni idea, tengo que responderos, pero estoy seguro de que no son futro del azar y que de alguna forma, coherente pero inconsciente, las tomo sin poder explicar por qué.

Bueno, en el caso de Los caballeros las prefieren rubias y de Pero se casan con las morenas si puedo explicaros por qué ya que eran dos libros que formaban parte de una colección de humor que había en casa de mis padres que junto con los de Wodehouse y algunos otros forman parte de eso que podríamos llamar “mis preciados recuerdos”. Si, esa colección, con su lomo verde, así como otras de serie negra (una en marrones y otra totalmente negra que seguro que Rafa recuerda y sabría decir nombre y editorial) representan, no sé si la literatura pero si los libros. Podría deciros que ambos libros (editados en uno solo ahora) son muy, pero que muy divertidos y podría incluso contaros muchas cosas o transcribiros las frases más graciosas pero no lo hare ya que a) creo que es mejor que os los leáis (igual que los de Wodehouse o el resto de esa colección que no recuerdo) y b) porque estoy convencido de que si bien puede que no conozcáis los libros seguro que conocéis la película. Solo os diré que merece la pena leerse hasta el prólogo, esa “biografía de un libro” y que creo que muchos de los personajes siguen siendo totalmente vigentes (con ciertos cambios menores).

Os lo recomendaría pero no lo hago ya que igual no tenéis el mismo sentido del humor que yo y puedo que reflexiones como “ayer llegamos en tren a Londres porque el barco no llega hasta Londres… que en Nueva York todo es mejor porque el barco llega realmente hasta Nueva York, y empiezo a pensar que, a fin de cuentas, Londres no es tan educativo” ni siquiera os arranquen una sonrisa ya que puede que incluso os parezca mejor Londres que Nueva York algo que no pienso ni comentar.

La verdad es que este mes me ha costado mucho encontrar el tiempo para escribir esta entrada, para acabarla realmente, y que ya casi me toca empezar a escribir la del Julio sin ni siquiera haber tenido tiempo de contaros (más bien de contármela a mí ya que no os vengáis arriba que yo escribo para mí y solo os uso como excusa) alguna batallita o reflexión. No todo ha sido culpa mía, y de mi dejadez y cansancio vital, si no que la tecnología no me ha ayudado y la “perdida” de mi ordenador ha contribuido notablemente a mi retraso (aunque no lo excuse).

Pero no os confiéis que espero, en breve, retomar mis batallitas y reflexiones.