lunes, 8 de septiembre de 2014

Comentario de textos - Agosto 2014

El sueño de un hippie – Neil Young
Who I am – Pete Townshend
El hijo único – Anne Holt
El caso birdman – Mo Hayder
Yo fui Johnny Thunders – Carlos Zanón
Un soplo de aire fresco – Don Winslow
Tras la pista del espejo de Buda – Don Winslow
Cold, cold ground – Adrian McKinty
La muerte del padre – Karl Ove Knausgard
The Wastewater plant – Dodge Winston
The Wrath of Angels – John Connolly
Cuentos de la ballena azul – Jonathan Vidal

Si Agosto no te pilla preparado puede convertirse en un mes de lecturas extrañas: si te vas de vacaciones acabaras leyendo todo tipo de novelas en ediciones de bolsillo de las que venden en los quioscos de prensa o en el Carrefour (algo contra lo que no tengo nada en contra, que quede claro) porque seguro que no has sido previsor y no has cargado con libros suficientes para todas las vacaciones ( siempre acabas leyendo más de lo que pensabas, es inevitable),  si no te vas de vacaciones lo más probable es que el cierre de tu librería habitual te obligue a visitar sitios un poco menos agradables (La casa del libro, El corte inglés, la FNAC o incluso La Central) para abastecerte.
Ya, ya sé que ahora vosotros tenéis una solución a este problema (si os quedáis sin vacaciones, o si vuestras vacaciones os acercan a Madrid, que de todo hay en la viña del Señor) al contar con la Librería Fuenfria de Cercedilla que abre todo el verano (las otras tres estaciones, también; que lo sepáis, así que no tenéis excusa para no visitarla) y que además de lectura os proporciona una excusa para ir a visitar la sierra y que podáis “aprovechar” los días de verano y así os podáis sentir mejor por eso de ir al campo en lugar de estar en casa tranquilos que para vuestra mente judeocristiana es como mucho mejor que darse  a la pereza de estos días (solo Dios sabe porque).

Obviamente, por mi incapacidad para ir al campo (mucho menos en los meses de verano) yo opte por abastecerme en exceso y de extrañas lecturas en la librería Méndez de la calle mayor, por lo menos hasta que me marchara de vacaciones a Piles y me dedicara al apasionante mundo de las lecturas de quiosco y/o de grandes superficies,  de hecho pensaba abastecerme de una colección de novela negra que, a precios ridículos y a un ritmo de un libro cada dos días, El Pais (creo) anunciaba con sacar este verano. Un buen plan para releer (algo obligatorio en verano) e incluso, con mucha suerte, descubrir algún autor nuevo y con la ventaja añadida de no tener que transportar libros a la ida ni a la vuelta.
Abastecerse “en exceso” nunca es fácil, si simplemente abastecerme ya me cuesta lo mío y, como ya sabéis, acabo comprando los libros por los motivos más absurdos y sin ningún criterio discernible. Como para abastecerme en exceso, eso iba a resultar difícil.

Afortunadamente, no lo fue tanto gracias a la casualidad (o al posicionamiento de los libros estudiado por las mentes malignas de la mercadotecnia actual; que es otra posibilidad) ya que había dos libros que no me había comprado por separado nunca pero que al verlos juntos me pareció que igual podían tener su gracia, eso de leerlos como un pack: El sueño de un Hippie de Neil Young y Who I am de Pete Townshend.



¿Biografías, estáis murmurando? Pues sí, ya os digo que no habría comprado ninguno de los dos por separado (de hecho ya había visto ambos más veces y nunca me habían apetecido) pero los genios malignos de la mercadotecnia me obligaron. Si, lo reconozco, yo soy de ese tipo de persona que siempre acaba comprando las chorradas que colocan cerca de las cajas a la salida, o un producto más caro solo por no agacharme a coger el que esta de oferta en la balda del suelo. Pero ¿biografías, si tú despotricas siempre de las biografías? ¿Biografías? ¿Dos? En fin, otro triunfo de los genios malignos sobre la humanidad.


Pues sí, las compre y no solo las compre, si no que de hecho me reafirmo en que las biografías me parecen una mierda, salvo escasas pero honrosas excepciones. Estas no lo son. A ambas les pasa lo que a casi todas las biografías: les falta sinceridad y las partes más interesantes se quedan claramente fuera. Supongo que esto es casi inherente a la escritura autobiográfica y se debe a que aunque uno quiera ser sincero y contar las cosas que le han pasado, uno se siente limitado para contar cosas de otras personas, aunque sean verdad, y como norma general la vida de una persona es interesante pero por sus relaciones con otras personas. La vida no es solo un deporte de contacto, si no que es un deporte de grupo: a uno solo no le pasa nada especialmente interesante, las cosas interesantes siempre implican a más personas, y claro si no se quieren contar cosas de otras personas pues no se puede contar casi nada interesante.

Eso sí, a veces la visión tan parcial que uno tiene de las cosas, donde tiene uno la raya que separa la normalidad de lo raro, resulta sumamente educativa/curiosa. Así cuando Neil Young recuerda la actuación como equipo de seguridad de los Hell’s Angels en el concierto de Altamont parece encantado con la misma y comenta casi como un logro “solo hubo un homicidio durante el concierto”. Sí, es posible que con la cantidad de gente que había un solo homicidio fuera un logro del servicio de seguridad pero, no sé, parece que, cuando menos, es uno más de lo deseable. No sé, a mí un homicidio me parece un fracaso del servicio de seguridad, eso sin considerar que el homicidio lo llevo a cabo el propio servicio de seguridad. No sé, ya digo, la normalidad de cada uno es probablemente anormal para los demás: “No se puede tener todo. O eres roquero o no lo eres”.

En cualquier caso la lectura de ambas seguidas, especialmente teniendo en cuenta mi incapacidad para retener información, me ha resultado educativa ya que ambas están planteadas de forma totalmente diferente. La de Neil Young no es un libro como tal (como yo lo entiendo) siendo más bien la transcripción de pensamientos dictados directamente sin ninguna revisión (algo con lo que igual bromea una de las pocas veces que dice habla de un acto ilegal de otra persona, “¡No he dicho nada! ¿el micrófono estaba encendido?” o algo de lo que ni siquiera se ha preocupado), la de Pete Townshend si lo es y se ve un esfuerzo de escritura (suyo según todos los indicios), estando organizado y siguiendo una pauta normal.

Pete Townshend resulta creíble cuando admira a la gente que ha conocido a lo largo de su vida (también cuando odia a otros) e incluso hasta cuando no cuenta algo, como al hablar de los conciertos de Hendrix, lo hace con estilo: “Dudo un poco al describir lo extraordinario que era velo actuar, porque no quisiera que sus legiones de jóvenes fans sintieran lo que se han perdido. Todos nos hemos perdido algo. Yo me perdí a Parker, Ellington y Armstrong.”; Neil Young, no, probablemente porque no admira a nadie tanto como a si mismo e incluso aprovecha el libro para convencer de que es la única persona que sabe de sonido y que es incomprensible que su sistema de almacenamiento de sonido no triunfe y si lo hagan otros sistemas. Él es el centro del universo, no solo de su universo (que cada uno somos el centro del nuestro), si no el centro del todo el universo, a veces todo el universo. “un hippie con demasiado dinero es capaz de cualquier cosa”, dice el como algo bueno; vale, yo lo leo de otra forma.

Supongo que igual debería comentar que a mí siempre me ha caído mucho mejor Pete Townshend que Neil Young y que puede que esto influya en mi lectura, pero paso de comentarlo. Os aseguro de la de Townshend es mucho mejor libro (¡por lo menos es un libro!) sin ningún tipo de parcialidad ni de imparcialidad.

Lo que si comentare es que mi compra en exceso no fue tal, en un sentido estricto, ya que prácticamente había acabado estos libros a primeros de agosto y si no los he considerado de julio es solo porque me parecía que había leído mucho en julio.

Así que a primeros de agosto ya me encontraba sin reservas, con la librería Méndez cerrada,  con Cercedilla a la distancia habitual (o un poco más por eso del verano) y en Madrid. Ciertamente podía haber seguido con mi plan de comprar la colección de novela negra del verano pero, no sé porque, me parecía un plan adecuado solo para Piles.

Esta vez decidí darle una oportunidad a La Casa del libro y me pase por su nuevo edificio (si, ya lo sé: lo abrieron hace el número de años suficiente como para que lo de “nuevo” carezca de sentido pero, que queréis que os diga, para mi La Casa del Libro es la de la Gran Vía, esta pues como que solo es el nuevo edificio).

No me apetecía mucho, pero era necesario ya que no sabía cuándo se concretaría mi visita a Piles, no me apetecía mucho porque en estos sitios en los que están todas las novedades, sin criterio especial, me resulta muy difícil escoger un buen libro. Al fin y al cabo, para mí, la función del librero (tarambana o no) es la de seleccionar las cosas que merece la pena poner a disposición de sus clientes, realizar un filtrado inicial que les facilite la vida, conocer a sus clientes y por eso estaría dispuesto a pagar más por un libro (ya, ya sé que no se puede, que el precio es fijo).

Así que me fui a lo fácil, a la sección de novela negra y me decidí por comprar de chicas (perdón de autoras, o autores, femeninos) como criterio básico de selección. Como no podía ser menos había una autora escandinava que no conocía (creo), la padrina o la abuela (no recuerdo) de la novela negra sueca o noruega (tampoco recuerdo) de la que había varios. Cogí El Hijo Único, un asesinato en un orfanato con el culpable más probable uno de los niños. Esto dice la contraportada, así que hasta aquí no os estropeo nada. Hasta aquí no hay spoiler… el spoiler podría venir al deciros que me recuerda a Agatha Cristie ya que hay un momento en el que prácticamente todos los personajes tienen un motivo u otro para cometer el crimen y este se resuelve pues de aquella manera. Lo mejor de todo el libro es un dato que necesito comprobar “¡En la actualidad se cometen en Oslo más asesinatos que en las novelas negras! Por primera vez en la historia” ya que viendo la cantidad de novelas escandinavas que hay últimamente se me hace un poco raro, claro que puede que al ser la abuela (o la madrina)  de la novela negra escandinava esa actualidad no sea ahora y si sea cierto.

Una elección razonablemente fácil era El caso Birdman ya que es la primera de una serie de la que acababa de leerme la segunda  (El tratamiento)y no me había disgustado si bien tampoco me había encantado. A esta le pasa un poco lo mismo, es una novela correcta pero tramposa y no puedo explicaros mucho más sin hacer un spoiler de toda la historia y estropeárosla y tampoco es plan. Es una novela entretenida y que se lee bien así que igual os vale para rellenar unas horas.

Un título como Yo fui Johnny Thunders puede resultar tentador y siendo de un escritor español de prácticamente mi edad pues pensé que se merecía una oportunidad. Aunque tienen algunas frases buenas “Tiene la cabeza como los bolsillos de un mendigo: un montón de cosas que no sabe dónde las cogió, que significan, para que sirven” con las que me podría sentir identificado incluso con la que podría identificar a mucha gente que tiene la cabeza exactamente así, se trata de una oportunidad desperdiciada y sin llegar a ser una mala novela no es lo que me esperaba aunque tampoco tengo claro si esperaba algo en concreto.







Con esto conseguí entretenerme hasta que llego el día en que al final me marcharía para Piles para pasar unos diez días (eso pensaba yo) descansando, pasando algunos ratos leyendo en la playa, tomando unas cervecitas, leyendo un rato por la tarde y tomando otras cervecitas, incluso montando en bicicleta y sin hacer nada productivo, ya que han sido dos años de muy poco trabajo en los que ni siquiera me he encontrado con las fuerzas para hacer muchas de las cosas que tenía atrasadas precisamente para un momento como este. Además había encontrado la excusa perfecta para salir de Madrid ya que tenía una reunión en Murcia que justificara mi visita (aunque no necesitara una excusa).

Sin nada que leer se hacía necesaria otra visita de última hora, aunque fuera al nuevo edificio de La Casa del Libro. Esta vez sabía lo que iba a comprar ya que la vez anterior no había comprado la primera novela en español de una serie de Winslow (otro autor que me descubrió Rafa, aka el librero tarambana, y que esta entre mis favoritos e imprescindibles), Un soplo de aire fresco, ya que había pensado aplazar la compra para comprar la serie en ingles en mi peregrinación anual. Pero ahora era necesario. Solo diré que Winslow sigue siendo un imprescindible y que prácticamente nunca decepciona (bueno, puede que alguna no esté a la altura del resto pero aun así). En esta primera novela de la serie además recuerda un poco al Goldman de Brothers, por lo menos al principio cuando el protagonista está empezando a formarse en distintas artes de legalidad dudosa pero de manifiesta utilidad.



Llevarse un solo libro a un viaje como este no está bien ya que puede que te lo acabes antes de llegar y si no te lo acabas lo harás ese mismo día ya que es lo que tienen estos libros, que hacen que no tengas sueño suficiente para dormir hasta que no pasas la última página (en este caso, en el que además reproducen el primer capítulo del siguiente, solo hasta que acaba la historia porque si empiezas la siguiente antes de dormirte igual tienes un problema de insomnio y seguro que no hay librerías de guardia cerca). Extrañamente esta vez tuve suerte y localice la primera novela de McKinty (si, esta vez sí era el Mc adecuado y no como el mes pasado cuando intente comprarla por primera vez).  Extrañamente no habían traducido el título y en español también se titula Cold Cold Ground, algo que haría que mi hermana Helena no empezara a leérsela cuando la deje en Piles ya que pensaba que estaba en inglés. Así de raros somos en la familia. La verdad es que me gusto bastante pero me sigue gustando más la segunda, cero que porque en esta la violencia externa a la historia (el Ulster en los 80) está más presente y no tan asumida como en la segunda en la que solo proporciona un telón de fondo inquietante. Con todo, ya digo: buena.

Al final solo pude estar en Piles un par de días ya que tuve que volver para preparar una oferta para realizar otro proyecto, ya que con el poco trabajo que hay no podía desperdiciar la oportunidad. Hay que ganar algo de dinero para pagar tanto libro y otras cosas. Afortunadamente, el retorno fue provechoso y me han dado el trabajo así que ahora estoy proyectando la segunda ampliación de una estación depuradora que proyecto mi padre en los ochenta y para la que yo hice un proyecto de ampliación (que no gano) a finales de los noventa. No sé si es un record pero debe de estar cerca esto de trabajar tres veces en la misma depuradora, igual consigo batirlo en otra década.

Con mi vuelta a Madrid mi plan de comprar la serie de novela negra del verano fracaso y volvía a estar en la ciudad, otra vez sin lectura. Eso sí, para entonces la librería Méndez ya estaba operativa lo que facilitaba el tema adquisiciones notablemente, sin necesidad de visitar la sierra de Madrid (algo que me apetece hacer) o las grandes superficies (algo que no me apetece especialmente).

Aunque la librería Méndez estaba operativa decidí pasarme una vez más por la Casa del Libro (por el edificio nuevo) para comprar la que primera novela identificaban como la segunda parte de la serie de Winslow: Tras la pista del espejo de Buda, ya que la primera me había parecido excelente y, aunque no había leído el capítulo incluido en la primera, me apetecía seguir las peripecias del detective Neale. La localice, la compre sin prácticamente mirarla y me fui a casa a leerla. Cuando ya llevaba varios capítulos, en un breve descanso, decidí leer la solapilla interior. Increíble, ponía que era la tercera entrega de la serie. Me quede totalmente extrañado. Como podía ser tan desastre, ir a comprarme la segunda parte y comprarme la tercera; ya me vale, y encima veía casi una continuidad lógica entre ambas novelas. Ya me vale, a mi o… a los correctores de pruebas ya que pese a lo que decía la solapilla era la segunda y era de la que estaba el principio en el libro anterior. Es difícil elegir la errata más grave en un libro (por cierto que cada vez abundan más, debe de ser que con la crisis las editoriales han eliminado a los correctores) pero esta alcanza fácilmente el top-ten, sin problemas.

No es una mala novela pero es de las que no están a la altura de lo que uno espera (mucho de Winslow, aunque ya había tenía algunas decepciones con el anteriormente) y eso que está llena de frases realmente estupendas como “el café se le subió directamente a la cabeza, agarro su resaca y le soltó un par de bofetadas” o “la paranoia es como el cinturón de seguridad: es cuando no te lo pones cuando sufres el accidente” sin olvidar la que me parece una gran pregunta metafísica (para la que no tengo respuesta): “¿le habría gustado a Judas el vino de la ultima cena?”. Ya digo, una novela que si fuera de otro sería buena o muy buena pero que para Winslow pues se queda en normalita.

Liquidada esta deuda ya podía visitar la librería Méndez. Esta vez solo estaba el mayor de la hermanos (digo hermanos, aunque cada vez estoy más seguro de que no solo no son hermanos, si no de que ni siquiera son familia pero la realidad no es tan importante como la gente cree). Como siempre elegí mis libros tranquilamente y los lleve a la caja para pagar y fue entonces cuando el mayor me dijo “una gran elección, me han dicho que este libro es excelente”. Una frase normal pero que a mi me extraño ya que generalmente, pese a confiar en la opinión solapada de mis libreros, no suelo comentar con ellos lecturas y mucho menos suelen alabar las cosas que me llevo. Puede que porque normalmente no acierte con lo que hay que llevarse o puede que sea porque yo no transmita ganas de charlar o la necesidad de reafirmación de otros clientes pero es raro que hable con mis libreros de libros.

La única vez que recuerdo haber hablado con un librero porque el alabara los libros que compre fue en Maine (creo) en una librería de segunda mano a la que había ido con mi hermano Rafa. Rafa llevaba ya bastante tiempo viviendo allí y visitando al librero con cierta asiduidad, ya que al parecer era todo un personaje (el librero, digo. Rafa también pero eso ya lo sabéis) que incluso había estado en la guerra civil española y Rafa intentaba que le hablara comprándole las cosas más intelectuales que se le ocurrían a ver si entablaban conversación, pero el otro no soltaba prenda. Rafa compraba sus extrañezas y el librero se las cobraba prácticamente sin mediar palabra mientras Rafa se mordía la lengua para no iniciar la conversación. El caso es que yo escogí dos o tres libros, que por supuesto a Rafa le parecieron completamente fuera de lugar y sin ninguna relevancia para su plan de conocer más de librero y fuimos a pagar. A pagar, yo, mientras que Rafa tenía la esperanza de que igual el librero comentara algo de la compra infantil de su hermano menor y aunque fuera por esta ironía poder comentar con el librero.

El librero coge el primero de los libros que yo había elegido, lo mira, me mira… y dice (traduzco libremente) “excelente elección ¿le gusta a usted Mamet (creo que era)? No es habitual por aquí”; coge el segundo libro, lo mira, me mira y dice “ciertamente excelente. Definitivamente  ¿Usted no es de por aquí, no? No, no se ofenda, es solo que no suelo tener clientes que hagan tan buenas elecciones”. “No, soy español” le informo yo, ante la mirada atónita y alucinada de mi hermano. Así que el librero se traduce a sí mismo y dice en perfecto español “¿Español? Hombre, que curioso, yo estuve en España… en la guerra civil, en el bando de los republicanos…no se ven muchos españoles por aquí” y se pone a contarme parte de su vida y milagros. Afortunadamente, Rafa consigue salir de su estupor y se pone a conversar con el librero y a comentarle que soy su hermano, que el también es español y republicano. En fin, que más o menos, se cumplió el objetivo de Rafa de conocer a aquel librero aunque fuera por mi lamentable colaboración.

Si bien le hizo ilusión conseguir hablar con el librero, del que creo que luego se hizo amigo, no dada crédito a que le hubieran interesado mis selecciones más que las que el llevaba haciendo, así que la aventura le dejo con un poquito de resquemor. Resquemor que podríamos decir que empeoro cuando unos días después fuimos a visitar a Lidia (a New Hampshire, creo) y le conto lo acontecido con el librero (razón por la que yo la conozco) buscando su comprensión mediante el método de enseñarle el segundo libro, la mierda esa era como lo denominaba, que había comprado.

Lidia, tampoco lo conocía, le parecía que debía ser una porquería (es verdad que la portada parecía indicar que lo era) y me pidió que se lo dejara para ojearlo un poco en el baño antes de emitir un veredicto completo.

A las tres horas (o un poco menos), o igual cuando llamo Claudio (vete a saber, al fin y al cabo nosotros estábamos tomando unas copas), puesto que no volvía, decidimos ir a ver si le había pasado algo.

Llamamos a la puerta y le preguntamos si había algún problema. Ella, toda sorprendida y digna (pensaba que llevaba tan solo unos minutos, igual un poco más, pero nada excepcional),  nos dijo que “No, no pasa nada. Solo estaba ojeando esta mierda, ahora mismo salgo”.

Y salió, aunque aún tardo un poco.

Seguimos tomando alguna copa pero ella estaba un poco tensa, como distraída. Al poco, se despidió de nosotros y se retiró a sus aposentos diciendo que estaba muy cansada y que mañana tenía un día complicado. No volvimos a verla hasta la mañana siguiente cuando nos despertamos y ella ya estaba tomando café en la cocina, claramente sin haber dormido, pero ya en las últimas páginas del libro.
Todos (también estaba José Manuel, creo) la miramos sorprendidos, mientras leía las últimas páginas, dejaba el libro con cara de agotada y como toda explicación decía “pues no está mal esta mierda... pero tampoco es gran cosa”. Pues, vale.

Realmente Rafa no daba crédito. Primero se sentía traicionado por el librero y ahora por su casi-hermana y encima en su territorio (los libros) y por su hermano pequeño. No daba crédito pero no os diré si él se leyó el libro, la mierda esa, o no; de hecho tampoco os diré cuál era la mierda esa porque: divago, si eso, pues ya os lo cuento otro día.

El libro que el hermano mayor de los Méndez me decía que era buenísimo, que todo el mundo le había dicho que era una obra maestra, era La muerte del padre. Puedo confesaros que pensé en cogerlo por el título solamente, aunque cuando mire la contraportada en la que se decía que era la primera de seis de la biografía del autor estuve a punto de dejarlo ya que a) no me gustan las biografías y b) ¿seis tomos, de autobiografía? Tenía que ser broma, una broma pesada. Pese a todo, lo cogí ya que parece que este es mi mes dedicado a las biografías y no pienso sentirme obligado a leer los otros cinco tomos. Utilizare las mismas palabras que el autor usa para describir la lectura de un autor (Adorno) de esos obligatorios: “lo que me enriquecía cuando leía a Adorno no estaba en lo que leía, sino en la imagen que recibía de mí mismo cuando leía. Yo era una persona que leía a Adorno”. Pues eso, un libro ideal para ir a leer a La bicicleta, o similar, y para contar que se ha leído o mejor aún para dejarse ver leyéndolo. Un existo seguro pero dudo que yo lea las cinco partes siguientes.

Mientras leía este libro, ya casi a final de mes, en el blog que la agencia de protección ambiental americana (la USEPA) comentaban la edición de The Wastewater Plant, según ellos el primer libro ambientando en una depuradora. Una novela de terror con el subtítulo de “Where no one cares when you scream” lo que, como seguro comprenderéis,  provoco mi rauda a amazon.es ya que, por malo que fuera y parecía realmente malo, era necesario leerlo. La verdad es que lo que resulta más curioso del libro es que este escrito por un operador de planta no porque no esté muy bien escrito, que no lo está, sino porque hay algunas cosas que no resultan especialmente creíbles viniendo de alguien que se supone trabaja en una depuradora (aunque sutiles). En cualquier caso la típica novela de terror, tipo La cosa o similar, y que puede que quede mejor en una película; aunque no será la primera película filmada en una depuradora ya que, entre otras, gran parte de ese clásico de la serie B, o Z, que es El vengador toxico, esta filmada en una depuradora. De hecho en algún momento he sabido en cual en concreto, pero me he olvidado como me olvidare de este libro (excepto para conversaciones absurdas).

Aunque soy plenamente consciente de que amazon tiene una extraña política de envíos y de que yo tengo contratado un servicio por el que me cobran un tanto anual, independiente del número de envíos, aproveche para pedir la última novela de Connolly por aquello de ahorrar (aunque no me supusiera ningún ahorro). Es más, creía haber oído que Connolly había sacado no solo una novela si no que había sacado dos este año, por lo que comprobé las fechas de edición y pedí las dos últimas editadas. Dos Charlie Parker seguidos es algo que cualquier persona necesita, casi igual que verse una temporada de 24 toda ella seguida, ya que cuesta dejarlas y da pena que se acaben. Es verdad que The wrath of angels está lejos de lo excelente que es Todas las cosas muertas, la primera de la serie y que para mí está en el top-ten de comienzos de novelas (un día hare una selección de mis comienzos de novela favoritos) y que la historia de ángeles y demonios ya ha evolucionado hacia una saga sin final posible; con todo Connolly sigue teniéndolo y sus novelas siguen siendo verdaderamente entretenidas. Esta también, aunque la historia sea tan solo una excusa para algunas reflexiones interesantes, siendo mi favorita de esta novela: “previous generations wanted to be governed by men, who were smarter than they were, while today’s voters preferred to be led by those who were as dumb as themselves” y por supuesto para frases ingeniosas como “CSNY, Four way street, couldn’t be more mellow if Buddha himself was on backing vocals”, especialmente apropiada después de leer la biografía de Neil Young.

Con esta novela daba debería dar por acabado el mes pero uno de los últimos días apareció en la mesa de mi oficina Cuentos de la ballena azul y tuve que leérmelo por la curiosidad que siempre despiertan las cosas escritas por conocidos. Se trata de una recopilación de artículos sueltos que la verdad es que no tienen más interés del que podría tener este blog y (sí, soy vanidoso) mucha menos gracia que este blog. Jonathan es una buena persona y estoy convencido de que en su vida hay historias verdaderamente divertidas (al fin y al cabo ha sido músico y promotor musical durante muchos años) y sin embargo hasta cuanto puedes averiguar que la historia que cuenta podría ser realmente divertida, no tiene ninguna gracia contada por él. Eso sí, ahora que sé que ha sido fan de Jackson Browne (el de la sensacional y horterisima Stay, aunque tiene muchas otras canciones excelentes) tengo que buscarle una buena canción, babosa a ser posible, para ponérsela la próxima vez que coincida en el Wurlitzer con él, o la siguiente en que coincida en un concierto en el que vaya de punk-rocker profesional a ver cómo reacciona, si se pone a bailar, se hace el sueco o que.

Solo espero que no se me olvide ya que estas pequeñas alegrías son las que hacen la vida realmente divertida. En fin, que al final se me ha vuelto a ir la mano con las lecturas y con las historias pero ahora que tengo trabajo estoy leyendo menos así que el mes que viene seguramente mi comentario de textos sea corto (para compensar) aunque espero escribir más a menudo. Pero divago, si eso, ya os lo cuento otro día.