Hace algunos meses, cuando surgió la oportunidad de donar
parte de mi librería a los ancianitos de Castilla León, empecé a escribir una
revisión de los libros que había decidido conservar que podría servir como una
lista de mis novelas favoritas (vale, no serviría para eso de ninguna forma
pero como alguien me había pedido una lista de mis novelas favoritas y el
estado actual de mi memoria me impedía hacerlo, pues tendría que valer).
Escribí lo que se suponía sería una primera parte, llegando
con un gran esfuerzo hasta la letra G, no entera pero lo suficiente para hablar
del gran Goldman, William; y también tome algunas notas para poder seguir sin tener que volver a
desmontar toda la librería (tarea que no resulta previsible que vuelva a llevar
a cabo en muchos años). Por supuesto y gracias a Bermejo también tenía una
lista de los libros donados a los ancianitos de Castilla y León y que seguramente también mereciera algún
comentario.
Esta continuación, o continuaciones, están todavía a la espera pero no os
preocupéis, no es hoy cuando voy a continuarla. No, no va a ser hoy el día que os aburra con esto. Ya,
si eso, seguiré otro día con la revisión de mi librería y de la de los
ancianitos.
Precisamente por aquellos fechas, un poco después y puede
que impulsado por el orden alfabético de mis libros, y en gran medida por tener
de nuevo un tocadiscos, decidí ponerme a oír metódicamente la colección de
discos de Álvaro (que más o menos esta ordenada alfabéticamente) ya que además
de apetecerme oír discos que no había oído en mucho tiempo, discos que yo no
tengo porque en su día no tenía dinero para comprármelos y cuando tuve el
dinero pues ya tenía otras cosas en la cabeza, me apetecía volver a oír esos discos
que yo nunca me hubiera comprado e incluso muchos que ni siquiera había oído
nunca.
Mi idea era combinar la escucha de estos discos con la
revisión de mi librería en próximas entradas del blog, ya que pensaba que podía
quedar más divertido hablar de discos y de libros a la vez, e incluso, quien
sabe, tal vez hasta incluir algún video (si soy capaz) para entretener y
capturar algún lector despistado, o por lo menos para cabrear a mi hermano
mayor al que la música (salvo contadas cosas de las que seguro que no hay video)
le pone sumamente nervioso y que como todos los que tenéis hermanos mayores
sabéis es una de las pocas obligaciones de los hermanos menores: cabrear y poner
nerviosos a los hermanos mayores (a los nuestros y a los ajenos).
Claro que existía un grave problema de coordinación ya que
no solo Álvaro ha conseguido una colección de discos (perdón: una discografía,
que Álvaro no es coleccionista de discos, ni mucho menos supersticioso ya que
eso da mala suerte. Lo de ser supersticioso, no lo de coleccionar discos, digo)
que daría envidia a más de un buen coleccionista (o a casi cualquier
aficionado; a mí me la da) si no que yo ya había escrito sobre mi librería,
llegando hasta la G, antes de “ponerme” en serio a escuchar los discos de
Álvaro (digo en serio porque ya iba por la D, en discos, cuando se me ocurrió
la idea y pensé en ir tomando notas para esas entradas del blog, por lo que de
esas letras ni siquiera recuerdo lo que he escuchado y tendré que volver a
empezar cuando acabe). Así que, no, hoy tampoco voy a ponerme a escribir sobre
discos, por lo que tampoco me voy a poner a escribir sobre ambas cosas.
¿Qué por qué os cuento sobre que no voy a escribir, en lugar
de ponerme a escribir sobre algo? Una gran pregunta, incluso diría “me encanta
que me hagas esta pregunta” que decían antes en todas las entrevistas (junto
con aquello de “este marco incomparable” para referirse a casi cualquier sitio,
incluida Murcia) y cuya variación “una pregunta muy interesante” es la forma actual
y estándar de empezar a responder a cualquier pregunta en casi todos los
seminarios y congresos justo antes de empezar a no responder a lo que te han
preguntado por parte de todos los que han leído libros sobre “cómo comunicar de
una manera efectiva” o de cosas similares comprados en las tiendas de los
aeropuertos y estaciones de alta velocidad.
Supongo que la respuesta es que nunca tengo claro cómo
empezar a contar algo, de hecho la mayor parte de las veces que me siento a
escribir este blog ni siquiera tengo claro que historia es la que quiero contar
¿Cómo para saber dónde empieza una historia y termina otra? y supongo que en
gran medida es por ello por lo que escribo menos de lo que a mí me apetecería
(ya que estamos diré que otro problema al que casi siempre me tengo que
enfrentar es ese de que – casi – ninguna historia nos pertenece completamente y
aunque tu tengas ganas de contarla pues puede que otros de los protagonistas no
tengan interés porque se cuente la historia, o una parte de esa historia).
En cualquier caso, oyendo los discos de Álvaro llegue hasta
unos que pensaba que me haría mucha ilusión oír, estaba convencido que todavía
me gustarían lo mismo que me gustaron en su día y que, en cierta medida, han sido parte de la
banda sonora de una época de mi vida pero que no había vuelto a oír desde
entonces (con entonces me refiero a 1985-86), es decir canciones que
probablemente no había oído en los últimos treinta años pero de las que tenía
un buen recuerdo, o bastantes buenos recuerdos.
Algunos de estos recuerdos ya los comente en otra entrada de
este blog, hace varios años, cuando hable del concierto por el que se
terminaron los conciertos de la Escuela (la de Caminos, Canales y Puertos,
digo) ya que hablo del disco del primer disco de Kortatu (bueno, venga para los puristas y
porque en este primer disco no está mi tema favorito del grupo, Mierda de ciudad, aclarare que hablo del
primer LP, que técnicamente no fue su primer disco ya que antes sacaron “El disco de los cuatro”, que era un
disco compartido con otras tres bandas incluso más reivindicativas).
Al oír ahora este primer disco – y otros dos de Kortatu que tiene
Álvaro – me sorprende lo malos que eran, posiblemente no como músicos que en
eso me niego a entrar, si no lo malos que eran musicalmente (ahora habiendo
oído los originales de casi todas las canciones que entonces me sorprendieron,
me doy cuenta de que no aportaban nada especialmente). Si los hubiera oído tan
solo unos pocos años después (como he oído a sus grupos continuación tipo Negu
Gorriak) me habrían parecido una autentica basura y no me habrían interesado lo
mas mínimo; cosas de la edad supongo, aunque como Mierda de ciudad no está en estos discos pues me queda el consuelo
de que tal vez esta versión si supere al original (por lo menos en mi recuerdo;
aunque estoy seguro de que no).
También, aunque esto ya me lo parecía entonces, me resulta
muy sorprendente la indiferencia que sus pretensiones políticas tenían en
nosotros (parte de la juventud de aquellos años ochenta) y en cómo nos
resultaba completamente indiferente que cantaran en euskera o que incluso
cantaran a la fuga de dos presos etarras (si, de eso va Sarri, Sarri) para nosotros era música divertida que te hacia
saltar (el Ska tiene esta
característica, incluso cuando no es especialmente bueno) y buscar otra cerveza
para seguir la fiesta ya que sin cerveza no hay fiesta. Nos lo tomábamos con la
misma indiferencia con la que nos tomábamos a Gabinete cantando “Como perdimos
Berlin” difrazados de Nazis o a Glutamato cantando cualquier barbaridad. Tan
cansados estábamos de las reivindicaciones políticas de nuestros hermanos
mayores que nos eran indiferentes las de nuestros hermanos pequeños, o de
nuestros coetáneos más atrasados (o retrasado). A nosotros solo nos importaba
la música y las letras de amor y paz.
El caso es que oír este disco me hizo acordarme de aquel
concierto una vez más y también, porque hacía poco, relativamente, me habían
pasado unas fotos, de la “Gran Huelga”
de los estudiantes de ingeniería: la huelga por la ley de atribuciones.
Así de combativos éramos todos en aquellos años: Kortatu
celebraba la fuga de dos presos etarras y reivindicaba el euskera y el
independentismo vasco, mientras que los ingenieros de España se levantaban en
huelga frente a la injusticia de perder atribuciones profesionales para
cedérselas a los arquitectos, digo a los diseñadores de interiores, y mientras
tanto los miembros de Culturales alquilábamos tres Land-Rover para irnos a
recorrer Galicia mientras durara la huelga de nuestros compañeros o nos durara
el dinero que habíamos ganado vendiendo varias veces (por lo menos tres según
las fuentes más fidedignas) el aforo del salón de actos de Caminos a los
reivindicativos punkis.
Si, cada colectivo tenía sus prioridades muy claras en
aquellos días por lo que justo cuando se iniciaba la huelga de atribuciones y
con la verja de caminos todavía sin arreglar (salvo por un poco de cinta
americana para intentar disimular que estaba completamente destrozada) los intrépidos
ingenieros del futuro nos embarcábamos rumbo a Galicia y sin intención de
volver hasta que no se resolvieran los problema que dejábamos atrás.
En principio – por aquello de no parecer esquiroles, por lo
de abandonar la huelga, y por no parecer capitalistas en ciernes, por lo de ir
a gastarnos los dineros ganados con el sudor de los músicos – decidimos
disfrazar aquella escapada como un viaje de estudios (de hecho conseguimos que
diferentes organismos nos ofrecieran alojamiento, e incluso alguna empresa una
comida digna, por ser los ingenieros del futuro). Además tras lo de la rotura
de la verja de la escuela y de otras zonas de la misma nos vimos obligados a
plantear el viaje como una actuación urgente, lo que hizo que no todos
pudiéramos abandonar Madrid en el mismo momento y nos valió para dejar una
representación de culturales en los actos huelguistas en los que era necesaria
nuestra presencia y puede que incluso les encargáramos que se enfrentaran a la
(justa) ira del cuerpo docente de la Escuela.
Aquí podéis ver al primer contingente de Culturales
preparándose para la huida, entre los que los más avispados, o los mejor
informados podréis reconocer a algunos directores generales de constructoras
responsables de la construcción de las principales infraestructuras de esa
España nuestra, claro que también podéis ver a algún infiltrado que no
conseguiría terminar la carrera y a algunos que no hemos llegado a nada
especial y que por lo tanto seguimos siendo unos irresponsables (y no, no me
refiero al campeón de Tango de España, al que algunos habréis reconocido. Que ser
campeón de Tango es un logro más importante de lo que, en un principio, os
pueda parecer).
Como ya os he dicho se trataba de un viaje que no tenía
fecha de vuelta ya que nuestra idea era mantenernos lejos de Madrid, de la
escuela, hasta que hubiera acabado la huelga, se nos hubiera acabado el dinero
y/o la dirección de la escuela se hubiera olvidado de nosotros y de los
pequeños incidentes que habían ocurrido en la escuela.
En cuanto acabara la huelga tendríamos que volver corriendo –
bueno, a la velocidad que los Land-Rover permitían con todos dentro; que no era
tanta – ya que en ese momento se renovarían las clases y lo que podía ser peor
los exámenes, así que todas las mañanas llamábamos a los compañeros y
compañeras (si, por increíble que parezca había dos o tres compañeras) que
habíamos dejado de reten en Madrid para que nos informaran si se había acabo la
huelga o no. Si no se había acabado, era el momento de decidir el siguiente
destino del día, hacer una cuantas llamadas para intentar que algún estamento
oficial nos diría alojamiento a todos o a los que pudiera acoger dejándoles
claro que éramos los ingenieros del futuro en viaje de prácticas. Si eso
fallaba era el momento de tirar de amigos y conocidos de la zona que nos
dejaran parte de su salón, de sus casas de vacaciones o de lo que fuera para
que por lo menos algunos pudieran dormir fuera del Land-Rover ya que tampoco se
trataba de gastar el dinero que tantos esfuerzos y disgustos nos había costado
ganar en algo tan poco productivo como alojamiento. Aunque no os lo creáis, ya
que el 86 no fue un año muy seco en Galicia, la verdad es que nosotros teníamos
mucha sed casi todo el día, por no hablar de las noches y necesitábamos ese
dinero por meras razones de supervivencia y para poder seguir bailando los
temas de Kortatu, e incluso de vez en
cuando, a mas altas horas de la noche, algún tema de Esplendor Geométrico (si, concretamente Necrosis en la Poya, que no es un tema fácil de bailar sin apoyo
químico o sin una cantidad ingente de alcohol) como puede verse en la figura 2.
La verdad es que me gustaría deciros donde estuvimos pero,
por cosas de la edad, tengo recuerdos bastante difusos de aquel viaje, y ya me
supone un esfuerzo aseguraros que la Comunidad Autónoma que visitamos primero
fue Galicia. Me suena que dormimos en la Comandancia de Marina de Marin, casi
seguro que visitamos Santiago y juraría que estuvimos en la Isla de La Toja
recorriendo edificios medio abandonados en los que algunos futuros ingenieros
se dieron al robo de objetos, o a la recuperación de objetos abandonados según sus
propias palabras, que luego había que encajar en los ya bastante llenos
Land-Rover, y por supuesto estuvimos en Vigo donde nos detuvo durante un rato
la Guardia Civil, a altas hora de la noche o puede que fuera a primera horas
del día, para dejarnos marchar cuando conseguimos convencerles de que ya nos
íbamos a “la cama” (sin aclararles
que nos referíamos a un bar que había en un pueblo cercano, o que por lo menos
así nos habían jurado los expertos en Siniestro
Total de la zona).
Si no fuera por esas cosas de la edad podría contaros muchas
más cosas ya que por algún motivo hace unos años tuvimos una reunión post-viaje
(puede que fuera para celebrar que finalmente se había cumplido el plazo de
prescripción de todos, o de gran parte, de los delitos que hubiéramos podido
cometer durante aquellos días) y estoy casi seguro de que los que tenían
tendencia a estar serenos (casualmente diría que fueron los que no llegaron a
ser ingenieros y aquellos otros que nunca llegaron a ejercer de ingenieros; si
no de gestores y cosas así) nos ilustraron a los demás con anécdotas y
comportamientos, cuando menos, confusos de aquel viaje protagonizadas por
aquellos que si conseguimos convertirnos en los ingenieros del futuro (ya del
pasado). Pero igual no les preste la debida atención a sus anécdotas, porque al
fin y al cabo el pasado no me interesa demasiado, o tal vez porque, como
ingeniero, soy muy corporativista y pensaba: vete tú a saber que hay de verdad
en todas estas anécdotas que cuentan estos no ingenieros y cuanto hay ficción,
que los gestores son muy aficionados a las ficciones ajenas y ya me diréis cuáles
de esos os parecen personas fiables.
Tampoco puedo aclararos cuanto duro aquel viaje, ya que por
una parte hay pocos registros de la Gran
Huelga (seguramente silenciada por los poderes facticos del momento o por
los decoradores de interiores) y por otra porque yo abandone aquel viaje a la
primera ocasión que surgió, mucho antes de que se acabara el viajes.
Si, abandone aquel viaje con mentiras de todo tipo – creo
que llegue a matar a algún familiar razonablemente cercano – y me subí en el
primer tren a Madrid que pude encontrar en cuanto nos acercamos a una estación
de ferrocarril a recoger a parte del grupo que se había quedado a vigilar el
desarrollo de la Gran Huelga ya que por muy divertido que estuviera siendo el viaje
yo tenía que volver a Madrid, tenía que volver con urgencia para abrazar a
Lourdes, para volver a besarla, porque desde la primera vez que la bese, o que
ella me beso, o que nos besamos, en la nochevieja de 1985 en las escaleras de
la calle Lérida, eso era lo único que de verdad me importaba y me hacía feliz.
Malditas canciones pop que han formado mi carácter. Debería haber oído más Rock
radical vasco o más Ska, o más Punk, o más cualquier otra cosa, pero entonces
ya era tarde, yo ya la echaba de menos. Afortunadamente, añado; y aun la echo
de menos aunque ya no haya a donde volver.