domingo, 30 de abril de 2017

Comentario de Textos Marzo (+ Abril) de 2017

Si, al final ha pasado lo que todos anticipábamos, algunos (los mas previsores, los que saben quien es el asesino desde la primera pagina de casi cualquier novela) desde la primera entrada de este blog, y me he saltado un mes de compartir mis comentarios de textos, sin ningún motivo realmente especial.

Como digo, y por vuestras muestras de apoyo e interés veo que ninguno de vosotros pensaba que hubiera motivo de preocupación, no ha habido ningún motivo importante para saltarme mi cita mensual: no he estado incapacitado ni nada parecido pero vamos, que gracias por preguntar, uno se siente más relevante cuando tras faltar a una cita recibe mensajes de interés o apoyo. Ya, ya sé que “una sola falta” no es indicador de nada pero si tienes una “regla” muy regular y una interesante vida sexual la “primera” falta puede ser un indicio de preocupación. Como no es mi caso – por lo de la vida sexual, digo – pues entiendo que no estuvierais preocupados y para “quitaros” ese peso de encima este mes adelanto “mi regla” y escribo antes de que se acabe el segundo mes. 

Podéis estar tranquilos: parece que no estoy embarazado aunque el viernes que viene tenga cita para hacerme una ecografía y confirmar este punto e incluso, si fuera el caso, el sexo de mi futuro retoño.

En cualquier caso este mes era el de volver a visitar mis librerías de referencia – tras agotar mi pequeña maleta neoyorkina. Pese a que el tiempo, extrañamente primaveral, podía/debería haber dirigido acertadamente mis pasos hacia la Librería Fuenfría de Cercedilla, que la verdad es que ya me vale y que espero que vosotros menos sedentarios estéis visitando en mi nombre (aunque el librero Tarambana no me ha informado de casi ninguna visita extravagante, por lo que tengo mis dudas sobre vuestra actitud), pero mis ya tradicionales problemas de movilidad y mi escaso interés por lo que viene siendo el campo hicieron que me decidiera por acercarme a la calle Mayor, a la Librería Méndez a los que también tenía abandonados por aquello de las lecturas en idiomas extranjeros.

Tan abandonados les había tenido que al entrar tuve la sensación de que me había equivocado de librería ya que me parecía más luminosa y todo estaba como un poco descolocado (respecto a su disposición habitual). Cuando ya estaba casi convencido de que, por extraño que fuera, me había equivocado de librería y que en lugar de en la Librería Méndez me había metido en una nueva librería de esas más modernas que debían de haber abierto en la misma calle mayor (porque de eso estaba seguro: estaba en la calle mayor) para aumentar mi confusión me saludo uno de los hermanos Méndez y me percate de la presencia del otro hermano Méndez al final de la librería. Algo extraño estaba pasando. ¿Podía ser que mi memoria hubiera olvidado la disposición de la librería? ¿Podía tratarse de un truco de marketing de unos hípsters impostores? ¿Me había desorientado y no estaba en la calle mayor o ni siquiera estaba en Madrid? Parecían opciones poco probables (salvo la de haberme olvidado de cómo era la librería, que eso podría ser) que se demostraron falsas cuando ambos hermanos Méndez, con ayuda de un desconocido (para mi), se pusieron a intentar sacar una mesa de la librería. En ese momento comprendí que igual solo habían hecho un poco de reforma, o bastante reforma quitando un murete que había y dejando un espacio bastante más diáfano que hace la librería más amplia.

Tranquilizado por la compresión de lo que había sucedido y confirmado que efectivamente estaba visitando mi librería de referencia de Madrid ya me pude dedicar a intentar ubicarme entre la nueva disposición de las secciones de la librería (que finalmente no han cambiado tanto, o que rápidamente han sido internalizadas por mi cerebro, pero que siempre son una buena excusa para acercarse a visitarlas) y a seleccionar mis lecturas para el futuro próximo.

Elegir en primer lugar un libro con aspecto de Best-Seller típico de estación o aeropuerto seguramente no sea la mejor forma de honrar las obras realizadas en la librería pero para mí cualquier libro de Harris (especialmente de Robert, aunque en caso de necesidad Thomas también me vale) es casi una obligación y si encima se trata de un libro sobre católicos pues solo requiere un bit de mi cerebro para que confirme el “si” necesario para cogerlo y pensar en marcharme a casa, a mi mecedora, para devorarlo tranquilamente. A ver Conclave, que es el libro en cuestión, no es ni con mucho el mejor libro de Harris, de hecho comparado con su nivel habitual yo lo clasificaría de flojillo, de divertimento o más precisamente de unas forma de amortizar las horas de estudio sobre un tema que siempre parece interesante y críptico: el proceso de elección de un nuevo Papa. Aunque mi incultura es enciclopédica y no puedo valorar cuantos errores (si es que hay alguno) tiene la descripción del proceso de elección papal resulta obvio que Harris se ha pasado tiempo estudiándolo y sospecho que llegando a la conclusión evidente de que todo el proceso está diseñado sobre la premisa de que “Nadie se fía de nadie” y que deben de tomarse todo tipo de medidas para asegurar que la elección sea medianamente limpia. Esto es algo que no deja de sorprender si tenemos en cuenta que se supone que todos son hombres de fe y muy por encima de estas pequeñas cosas materiales por lo que no parecería necesario contar con tantos mecanismos de control o aseguramiento de la limpieza del proceso. En este sentido es ligeramente escalofriante y como todo buen Best-Seller al final tiene su giro sorpresa que redondea el libro dejándote con la duda de si esa situación seria posible y que sería lo que realmente sucedería a partir de allí.

Como andaba por la zona de novela negra/thriller decidí acompañar mi Best-Seller de estación con un libro con una edición un poco menos de Kiosco, algo que pareciera un poco más formal, y me decidí por Bajo los montes de Kolima. Ya, ya se lo que vais a decir… una historia de espías en la tundra siberiana con un protagonista que se dedica a fingir acentos en una versión traducida y sin ninguna idea, por mi parte, sobre como son estos dialectos o sus diferencias pues no parece muy interesante. La verdad es que acertáis y a mí no me ha resultado especialmente interesante, sí no más bien aburridilla y tediosa; pero para gustos :las contraportadas, que obviamente la clasifican como uno de los mejores thrillers escritos hasta hoy. Yo no he conseguido acabármela, de hecho se quedó en la mesilla en mi viaje de semana santa ya que me quedaba poco para justificar el ir cargando con ella hasta Piles (y eso que iba en coche, que al fin y al cabo).



Supongo que la mala conciencia de haber cogido un libro de kiosco en una librería recientemente reformada me impulso a seguir compensado mis compras y eso me llevo a coger La pianola, por el prestigio de su autor: un libro de Kurt Vonnegut siempre hace elegante con su toque de hípster (El desayuno de los campeones ya lo tenía y, por supuesto, también Matadero 5). Además el hecho de tratarse de un mundo en el que las maquinas han sustituido a los humanos apelaba a mi faceta más Ludita (si, tras muchos, muchos años de trabajar con máquinas cada día me vuelvo mas Ludita, más que por las maquinas en si mismas – que para mí no son más que herramientas – por los enfoques cada vez más extendidos del uso y el futuro de la relación hombre máquina que me enervan; pero divago, ya, si eso, comentamos sobre este tema otro día); y por si fuera poco la cita inicial del libro es Mateo, 6:28 (por ahorraros el trabajo de buscarla es la de “los lirios del campo”) que para mí siempre será la cita inicial de la novela inédita El Efecto Mateo de seguro que sospecháis quien. Pese a todas estas cosas a su favor (o en su contra si incluimos lo del hipsterismo) la verdad es que es un libro que no me ha convencido nada, de hecho ahora mismo soy incapaz de recordar nada de lo que pasa y mucho menos como acaba la novela lo que es una señal pésima (incluso viniendo de mí y de mi lamentable almacén de recuerdos, mal llamado memoria).

Como a finales de marzo tenía que viajar a Berlín – por temas laborales – y puesto que andaba en una librería me pareció perfectamente adecuado comprar Una librería en Berlín, incluso considerando que parecía la típica historia de persecución judía en la Alemania nazi, cosa que ciertamente no me apetecía demasiado. De hecho mi idea era llevármelo a Berlín y leerlo bien en el avión o incluso, si tenía tiempo, en la propia ciudad de Berlín - que parecia una cosa muy fina eso de ir andando con un libro con semejante titulo - de la que tomo el mundo me decía que era estupenda. Estaba bastante seguro de que ni Berlín, ni el libro me iban a gustar pero la combinación parecía inevitable. Reconozco que el libro me ha gustado, sobretodo porque donde esperaba encontrar los lamentos más o menos habituales de los perseguido y las historias truculentas y reales, había un estoicismo y una aceptación bastante coherentes y donde esperaba una colección de malvados el libro se centraba más en la colección de buenas personas que apoyaban a la protagonista en sus peripecias por una Francia ocupada y su ruta de escape hacia una neutral Suiza (Berlín casi solo aparece en el título y parece que la librería ni siquiera puede localizarse).

Respecto a Berlín, pese a tener la compañía de Álvaro, que si estaba convencido de que Berlín le iba a gustar (sus conocidos hacen verdadero proselitismo de la misma) para pasear la ciudad (que nos cruzamos andando de este a oeste y de norte a sur hasta salirnos del mapa por todos los extremos) disfrutar de unas cuantas cervezas y de un par de comidas decentes yo no he cambiado mi opinión y me parece una ciudad pobre y desangelada (eso sí, tengo que reconocer que lo de poder fumar en los bares mientras bebes cerveza es algo que alegra mucho las noches, puede que lo suficiente como para que acabáramos desmontando ese mito de que en Berlín los bares nunca cierran y acabaran prácticamente echándonos de un par de bares para poder cerrar).

La razón por la que me salte el comentario de textos de Marzo es que este año la semana santa ha caído muy pronto, a primeros de abril, y no me dio tiempo antes de irme a Piles a escribir mis comentarios ya que había estado, y sigo, procrastinando con algunos trabajos que tengo que hacer.

Confiando en que había dejado, casi sin leer, The New Mammoth Book of Pulp Fiction y en la esperanza de ponerme al día con mis trabajos atrasados me marche a Piles con un solo libro, suficientemente gordo: La piedra lunar, que en realidad es un libro que no necesita presentación ya que se trata de un clásico de las novelas de detectives casi al nivel de las de Sherlock Holmes (aunque no recordara nada estoy seguro de haberla leído con anterioridad así que realmente se trata de una relectura, como debe de ser en vacaciones). Tiene todos los ingredientes típicos de una novela de detectives, incluyendo, por supuesto, a su mayordomo que en este caso está libre de toda sospecha al ser un fan acérrimo de Robinson Crusoe, libro que utiliza como otras personas utilizan el I-Ching o el Tarot, y que llega a afirmar “Hay que ser muy tolerante con un hombre que no ha leído Robinson Crusoe desde que era niño” para indicar la falta de carácter de un personaje. 

Pero las mejores frases quedan reservadas a otros personajes, uno de los cuales en sus propias palabras “Soy (¡Gracias a Dios!) constitucionalmente refractario a la razón” refleja, desgraciadamente, como es mucha gente en la actualidad, o aquel otro que aconseja “que vuestra fe sea como vuestros calcetines y vuestros calcetines como vuestra fe. ¡Ambos sin mancha y preparados para ponerse en cualquier momento!” que toma mucho más sentido, en mi caso, cuando compruebas que la has leído con unos calcetines de estar por casa llenos de agujeros, como era precisamente mi caso. Una relectura entretenida que obviamente me impulsara a buscar Robinson Crusoe en mi biblioteca en la esperanza de no habérselo regalado a los ancianitos de Castilla León que seguramente lo estarían usando para tomar importantes decisiones vitales y aunque peor que con el I-Ching o el Tarot no les puede ir, tampoco creo que les haga mucho bien (ni mucho mal). Es un libro que merece la pena – un clásico, vamos – con una estructura interesante en la que la historia se desarrolla en la voz de distintos protagonistas sucesivamente.

Obviamente irme a Piles con un solo libro, por gordo que fuera el mismo y por mucho trabajo que me llevara para avanzar, no parecía una decisión muy acertada pero, como ya he comentado, estaba cubierto por haber dejado allí el libro de Pulp Fiction que tenía casi sin empezar (solo cuatro cuentos de los treinta y tres que tenía) así que estaba razonablemente tranquilo ya que es una lectura entretenida y variada (bueno, todo lo variado que llega a ser el Pulp). Me lo leí entero y hay de todo, como en botica, crimen, mujeres fatales e incluso un par de historias sobre vampiros y, como no, alguna frase verdaderamente memorable: “Long ago I’d learned that there was nowhere a man could be lonelier that at a party” que, al menos para mi, es completamente cierta y la razón por la que no acudo a algunas fiestas en las que se que no voy a estar a gusto ya que no hay nada peor, nada que te haga sentirse más solitario, que estar en una fiesta en la que no encajas o en la que no estas a gusto (también es la razón por la que ahora que prácticamente no bebo tiendo a abandonar las fiestas y las reuniones sociales pronto).

Mi última elección, El numero 11, fue un nuevo intento de que me gustara un autor de moda, de esos que todo el mundo dice que es muy bueno pero que yo no consigo soportar pero que sigo teniendo dudas cuando estoy en la librería ya que no llega a ser lamentable. Creo que esta es la tercera novela suya que leo y pese a ser notablemente mejor que las anteriores por mi parte no habría ningún problema en cedérsela – igual que las dos anteriores – a los ancianos de Castilla León. Si cabe es un poco más confusa y en cierta medida me ha dado la sensación de una serie de cuentos mala y artificiosamente unidos para formar una novela, aunque puede que esta sensación se deba en gran medida a la unión de leerla a saltos y sin demasiadas ganas y a mi cada vez más lamentable memoria a corto plazo (no tanto como la de otras personas que cuando estas cocinando se olvidan de para que habian cortado la cebolla y cosas por el estilo). No sé, puede que realmente las historias tengan más en común de lo que yo creo recordar – que por otra parte, ahora que tengo el libro cerrado delante mío es prácticamente nada – y que si sea una novela, pero no una buena novela. En cualquier caso este ha sido mi tercer intento por lo que ahora al visitar librerías intentare recordar que no, no me gusta Coe.

Realmente he leído otra novela este mes de abril pero como se trata de una novela que me ha gustado y cómo es posible que este mes de mayo que empieza lea poco – debería dejar de procrastinar con mi libro y con otros temas (como contar otras historias en este blog que no sean de libros o que lo sean y terminar la revisión de mi biblioteca y de mi donación a los ancianitos de Castilla León junto con la revisión de la discografía de Alvaro) – me la guardo para el mes siguiente que espero no “tener falta” o que en caso de tenerla la ecografía confirme que es mi hígado lo que da problemas (algo que yo, y todos salvo mi médico, ya sabemos) y que no tendré faltas en los ocho-nueve meses siguientes.


Conclave – Robert Harris
Bajo los montes de Kolima – Lionel Davidson
La Pianola – Kurt Vonnegut
Una librería en Berlin – Francoise Frenkel
La Piedra Lunar – Wilkie Collins

El número 11 – Jonathan Coe