domingo, 23 de septiembre de 2018

Comentario de textos Agosto 2018 - Letra M (parcial)


Este mes también empiezo tarde, muy tarde, a escribir este blog. Parece que empieza a convertirse en una de esas costumbres que todos tenemos pero que nos negamos a reconocer de lo poco que nos gustan y que a falta de reconocimiento no conseguimos corregir (ya sabes el primer paso de lo-que-sea anónimos es reconocer que lo eres y luego, pues luego ya verás cómo lo solucionas si es que tiene solución y si te apetece solucionarlo).

Pese a la inseguridad que puede que mostrara en mi post anterior y aunque todavía no es una opinión definitiva, de momento me veo en la obligación de confirmaros que Auckland es una ciudad muy bonita, una ciudad en la que apetece vivir (a buen entendedor pocas palabras bastan). No es que Auckland haya cambiado entre mi anterior post y este – podría ser, todo es posible, especialmente en una ciudad que todavía está en construcción – ni tampoco es que revisando mis recuerdos del viaje la ciudad haya mejorado. No, sencillamente es que “that was then, this is now” como cantaban The Mosquitos.



Por supuesto, dependiendo de los resultados de mi aceptación médica, mi opinión sobre la ciudad y el país pueden cambiar dramáticamente en fechas próximas. Igualmente puede que según avance, si es que avanza, mi conocimiento de la ciudad cambie mi librería de referencia de Auckland (actualmente Time Out en Mount Eden) por alguna otra pero de momento y pese a algunas decepciones relacionadas con las recomendaciones de mi librera indie mantendré esta referencia (solo en competencia con Unity Books, ya que Whitcoulls, la tercera librería que conseguí localizar, no es competencia pese a que alguna vez fue parte de la cadena Borders, que tenían su punto). Pero divago, ya, si eso, hablamos de las librerías de Auckland, o de la ciudad, otro día; que ha sido un mes de muchas lecturas.

Para la “primera pata” de mi viaje de vuelta había cogido Baby, que mi librera indie me recomendó mucho y que, por supuesto, la portada y la contraportada ponían por las nubes, que si una mezcla entre Patricia Highsmith y telerrealidad, que humor negro inteligente pero que tenía, y tiene, una portada de un rosa tan rosa que no auguraba nada bueno.

Sera por esas cosas que pasan en los aviones pero el caso es que no estoy completamente seguro de habérmelo acabado, no tengo ninguna marca de ninguna frase o reflexión interesante y el recuerdo que tengo es de una aburrida historia, no descabellada (que sería bueno), sino simplemente vacía de interés, excepto el de ciertas inseguridades sexuales de las protagonistas.






Es posible que no me lo acabara ya que en la escala en Dubai encontré Greeks bearing gifts, otra novela de la serie Gunther de Kerr. Como podéis comprender entre una novela que no había conseguido acabarme, o tal vez si, en unas diecisiete horas de vuelo y una nueva entrega de una de las mejores series de novela negra actuales, la primera no tenía ninguna oportunidad de ser retomada para las próximas horas.

La primera virtud de esta novela, aunque cualquier otra novela salvo una en español habría servido igual, fue la aislarme de mis compatriotas que se comportaban como “muy españoles y mucho españoles” en el aeropuerto de Dubai, reencuentro cultural para el que no estaba preparado tras diez días entre personas civilizadas que saben cosas tan sencillas como respetar una cola de espera, o leer cuál es su zona de embarque, o no hablarse a gritos como si estuvieran solos en el mundo, vamos, esas pequeñas cosas que parece que los “muy y mucho” españoles no conseguimos, no ya dominar, si no tan solo practicar.

En esta novela nuestro conocido Gunther (que vive en Grecia bajo otro nombre) sufre un infarto, algo que no le asusta y no solo porque el pobre ya ha pasado muchas, demasiadas cosas, como para asustarse por algo así, sino porque “But straightaway I knew what needed to be done: I lurched into the café, ordered a large brandy, and lit a cigarette but not before snapping off the filter to smoke it plain and get my breath. The old remedies are usually the best.” Esto es lo que yo llamo tener las ideas claras (sobre cuáles son los mejores remedios), estar preparado (llevar siempre tabaco), ser detallista (lo de quitarle el filtro) e incluso tener suerte (que haya un café cerca en el que tomarse una copa). Yo, para cabreo de mis familiares y conocidos, soy de la misma opinión y en las escasas ocasiones en que me he visto en una situación similar siempre he adoptado el mismo e infalible remedio.

Seguro que los expertos médicos tienen otra opinión pero “But take my advice, if you’re looking for truth, don’t ask an expert on anything. What you’ll get is an opinion, which is something very different….. The only people who will always say they’re telling you the truth are priests and witnesses in court, which gives you a pretty good idea of what truth is worth”.

La verdad es que como todas las novelas de Kerr esta está llena de frases que merece la pena leer como su descripción de los criminales, que más que grandes mentes criminales lo que les pasa es que “They lack imagination, that’s all. Crimes are committed when men take an idea that seems like a good idea and then can’t think of enough good reasons why it might not be a good idea”. Algo, la falta de reflexión o imaginación, no es un defecto exclusivo de los criminales sino que demasiada gente no se para a pensar en las cosas antes de lanzarse a hacerlas.

Sin ser la mejor novela de la serie, ni de Kerr (no, sobrino, antes de que me lo preguntes: no, no sabría decir cuál es la mejor) no deja en mal lugar a esta serie, ya clásica, como clásica es este Song from under the floorboard de Magazine:


Para mi magazine es un grupo con una fama inmerecida, un grupo que tiene mucha más fama que canciones buenas y es posible que sea un poco injusto con ellos si afirmo que me gusta me gusta más la versión de Los Nikis que posiblemente no sea mejor pero que para que ha ocupado más horas de mi adolescencia (posiblemente por mi “relación” con Los Nikis, de la que ya hablaremos otro día). Aquí os dejos su versión, La canción de la suciedad, para que vosotros mismos juzguéis:


En cualquier caso, igual que Magazine tiene canciones buenas y malas, no todas las reflexiones de Kerr son buenas, o pueden darse por buenas, ya que parece difícil lo que él ve fácil: “It was easy to imagine Aristotle and Archimedes drinking ice-cold martinis there in search for the final clear simplicity of an alcoholic aphorism after a day of philosophical debate” no solo por los pequeños detalles de la posible falta de hielo, de ginebra o de vermut para hacer un buen Martini, si no también por la inviabilidad temporal de encontrar a los dos sentados a una mesa (que sean griegos y antiguos no los hace necesariamente coetáneos, y creo – no lo he comprobado – que no lo son, como tampoco son filósofos los dos, o no estrictamente).

Prácticamente nada más volver de Nueva Zelanda me marche para Piles para cotillear e informar a parte de mi familia de cómo había ido mi viaje y para darle a Alicia algunas pequeñas chorradas que le había comprado (además de una bolsa que me regalaron en una tienda de artículos para turistas que tenía forma de camiseta, supuestamente de rugby y con los colores de la segunda equitación de los All-Blacks) y también para disfrutar de un poco de tranquilidad, para reflexionar un poco, para darme un par de paseos y chapuzones en el mediterráneo, tomarme el tradicional arroz al horno en Rosario y Federico (que no se llama así pero yo lo sigo llamando así para que no podáis encontrarlo fácilmente, que tampoco se trata de que se llene).

Ya situado en Piles, decidí empezar por un librito corto, TinderBox, que tiene su punto, su punto cultureta como no podía ser menos al ser otra recomendación de mi librera indie. Va sobre un tipo, o tipa que el género no es importante para la historia, que está intentando escribir una versión/variación de Farenheit 451 y que empieza con su propia explicación del título de la de Bradbury: “I know what temperatura books burn at. Half Price”. Es un libro entretenido que comenta muchas curiosidades que yo desconocía (pero que seguro que son conocidas por todos los filólogos o los aficionados a Bradbury) como que lo escribió usando una máquina de escribir alquilada (Por medias horas), es decir, en gran medida, contrarreloj o contra costes podría decirse. Si tardaba mucho pues le sería menos rentable pero tenía la ventaja de que ya había escrito un cuento parecido “The fireman”.

También resulta curioso que ahora mismo existan ya más de 42.000 libros digitalizados y en dominio público que pueden leerse gratuitamente como parte del proyecto Gutemberg ya que sus derechos de autor ya son públicos – lo que en cierta medida va contra la premisa literal de necesitar memorizarlos del original de Bradbury – entre estos libros todavía no este esté. Curioso.

The Lazy Boys es una novela ambientada en una pequeña población de Nueva Zelanda y protagonizada por un pequeño grupo de estudiantes con problemas, o tonteos, con las drogas y el alcohol. Vamos lo típico de los estudiantes en cualquier parte del mundo, nada nuevo por mucho que pase en las antípodas. Aunque no tengo una capacidad clara, por la falta de referentes culturales de neozelandeses me imagino que en cierta medida debe de ser una especie de versión local de Historias del Kronen, o un intento de relocalizar Less than Zero. Lamentablemente para mi ha tenido el mismo interés que la primera (aclaro que escaso) y bastante menos que la segunda que cuando la lei si me gusto bastante (en una relectura posterior eh de reconocer que ya no me gustó tanto y que o la novela o yo no habíamos envejecido bien). Pese a que esta si podría ser una novela que retratara a los neozelandeses y que, por lo tanto, podría haberme recomendado mi librera indie he de decir que no estaba entre las que me recomendó y que la escogí yo solo en mi visita a Unity Books (una librería, más bien una cadena en plan Casa del libro,  que en principio no tenía buena pinta – demasiado generalista – pero en la que había cosas interesantes y a la que seguramente de otra oportunidad, sobre todo por proximidad geográfica al centro de Auckland).

Ya que estamos hablando de problemas de alcoholismo o de drogas, más que del uso recreativo de estas sustancias, os dejo este tema de M.O.T.O., Gonna get drunk tonight, del que si no oyes la letra parece que se refiere al uso recreativo pero que realmente va de un tipo que bebe solo, lo cual para mí es el principio, o la prueba, de los problemas con el alcohol (para mi hay una gran diferencia en el motivo por el que se bebe, en cómo se bebe y como decían aquellos “más vale ser borracho conocido que alcohólico anónimo”).



Una novela, Red Herring, que se anuncia combinando una huelga en los muelles de Auckland con un detective privado excomunista obviamente atrae la atención de casi cualquier lector, o por lo menos a mí. La historia, que está bien, tiene para mí el problema de estar referida a hechos y personajes sobre los que no tengo ni idea, de hecho no tengo ni idea de cuáles son las implicaciones de ser un excomunista en la Nueva Zelanda de los primeros años cincuenta como para reconocer o tener idea de las distintas facciones políticas de ese momento en ese país. Si bien los personajes no dejan demasiada huella y no están demasiado logrados la verdad es que el libro está lleno de cosas interesantes, que yo en mi incultura enciclopédica desconocía como que a las tropas neozelandesas (varias decenas de miles) de la segunda guerra mundial los llamaran los “40.000 ladrones” por razones que en palabras del propio autor son evidentes y plenamente justificadas, algo que uno, yo, no esperaba de los neozelandeses.

En un nivel algo más personal me gusta mucho que a los trabajadores de los muelles (a los estibadores) los llamen familiarmente wharfies, que me parece una palabra realmente graciosa y que además encaja muy bien con uno de nuestros bares; o que aparezca la letra de una canción que las brigadas internacionales le dedicaban al Rio Jarama (que por supuesto yo  desconocía).

Con todo lo que más me ha sorprendido – puede que alguna vez lo supiera – es leer que el IRA realmente le declaro la guerra a Gran Bretaña (al parecer el 15 de enero de 1939 y por carta a Lord Halifax), algo que obviamente, para mi, marca una gran diferencia entre el IRA y digamos la ETA o Terra Lliure, que, hasta donde yo sé, nunca han declarado la guerra “formalmente” al estado español.

Pero ya digo que es algo que no se (lo de las posibles declaraciones de guerra) y es el tipo de olvido que no es achacable a mi pequeños incidentes cerebrales ya que cuando escuche a The Cheeks cantar eso de “everybody knows the answers to your problems, but they can resolve them” no conseguí acordarme del original de The Modernettes y durante muchos años,hasta que he vuelto a oir el disco original en la colección de Álvaro la he considerado como una gran canción de The Cheeks. Aquí os dejo la versión de Confidential de The Modernettes:



Y aquí, solo a titulo comparativo la version de The Cheeks:


En cualquier caso, ya que estamos, confesare que a la hora de buscar esta version he tenido bastantes problemas ya que mi dañado cerebro se habia empeñado en que era de The Figgs y claro me resultaba imposible encontrarla y eso que en gran medida no se parecen nada las dos bandas, o si, como se podéis comprobar en este Bad Luck Sammie.




En Piles también aproveche para leerme dos comics del “autor de comics neozelandes” Ant Sang que fue el único autor local que el dueño de la única tienda de comics de Auckland consiguió recomendarme y que le compre a Alvaro: The Dharma Punks y Helen and the Go-Go Ninjas. El primero parece que es “el clásico” del comic neozelandes igual que Peter Jackson es el director de cine neozelandes, mientras que el segundo era la novedad editorial y acababa de salir. Como habréis notado he utilizado la palabra comic para describirlos, en lugar de usar teberos que es la palabra que yo prefiero, básicamente porque los dos son lo suficientemente espesos como para no poder clasificarlos como tebeos. Tal vez al segundo, que tiene colorines y una historia fantasiosa, si podría aplicársele la clasificación del tebeo pero al primero, en blanco y negro y con misteriosas reflexiones de sus protagonistas solo puede clasificarse como comic y desde mi punto de vista en su acepción despectiva.

También y como es tradicional decidí llevarme Piles un libro de cuentos por si tenia que dejarlo a mitad allí y como todavía me quedaba uno de mi última compra en la que todavía es mi librería de referencia de la capital, la librería Méndez de la calle Mayor, pues me lleve Denuncia Inmediata, que como (casi) todos los libros de cuentos es bastante poco coherente en la calidad de los mismos. En este caso a mí los cuentos me han parecido en general flojillos y rebuscados, sin especial brillantez. De hecho de todo el libro solamente me ha parecido interesante el retrato de “Tomasina tuvo que abandonar la idea de conocer a alguien con quien pasar la vida. En lugar de ello, debía dar a luz a alguien que se pasara la vida entera con ella:” ya que conozco a más de una persona que parece que esta es la decisión que a tomado, incluso recurriendo a la inseminación artificial en algunos casos. No, no es que yo tenga nada en contra de la maternidad (bueno, sí pero eso daría para un debate excesivo) pero sinceramente en algunos casos creo que debería someterse a las futuras madres a algunas pruebas de competencia mental ya que sus razones para ser madres son, desde mi punto de vista, cuando menos dudosas e incluso preocupantes, como la de Tomasina.


Siguiendo con las tradiciones obviamente me quede corto de lecturas en Piles y no me quedo más remedio que coger un libro que lleva rondando por allí varios años y que siempre he conseguido evitar: El bufón, que dicho sencillamente me dio la razón en lo innecesario de su lectura. Si bien la idea de convertir a un bufon en el protagonista de una novela, permitiendo que el mismo haga bromas continuamente sobre los asuntos del reino y sus intrigas, puede resultar tentadora en principio para ejecutarla bien se requiere mucha, mucha, mucha mas pericia que la que demuestra el autor resultando al final una torpe parodia llena de bromas infantiles y casi de instituto.





Durante este mes he tenido varias teleconferencias, via Skype cual hipster o moderno (aunque con poco acierto dado mi carácter más bien ludita), con distintas oficinas de la empresa que me ha ofrecido trabajo en Nueva Zelanda. En un momento dado parecía que los de Wellington estaban muy interesados (luego en palabras de mi contacto principal los de Auckland habían “stomped the foot on the floor”, lo que vendría a ser “dar un puñetazo en la mesa” habían reclamado su derecho preferente sobre mí; lo que obviamente ha aumentado mi vanidad que ya se podía considerar peligrosamente obesa) por lo que leer una novela que pasara en Wellington, en lugar de en Auckland o en el campo, me apetecía y justo una de mis compras, The invisible Rider, pasaba allí, en la ventosa ciudad de Wellington y con un protagonista que en algunos aspectos se parecía un poco a mí, en el sentido de que “Some things in Philip’s life caused him great anguish. He was aware of the disparity between the size of the thing and the felling it aroused” aunque el consigue razcionalizarlo porque “he was also someone who knew the universe to be an interconnected place: moon to the waves and rhythms of the world; house paint to the toxic red bloom in the bay” algo que yo no estoy tan seguro de hacer.

También me ha encantado su visión de internet: “Like the supermarket, the internet has a way of stunning those who come without written notes to guide them. They get stuck in an aisle, eyes blinking under the fluorescent lights, grabbing products they don’t need, intentions forgotten” ya que yo también me pierdo a veces en la red, e incluso en los supermercados, totalmente ajeno a mi intención original de búsqueda. Estoy seguro de que a vosotros también os pasa, no intentéis negarlo que no cuela.

Por último y para terminar el mes, que no mis compras neozelandesas, he leido The Sound of her voice, una novela policiaca situada en un Auckland actual, pero en lo que llaman North Shore que yo todavía no he tenido tiempo de conocer, y escrita al parecer por un verdadero detective de la policía de Auckland pero con seudónimo. Se trata de una novela de crímenes más o menos convencional, escrita de una forma competente pero no excepcional con una historia que se va complicando y que hace una buena lectura para el verano.

Aunque en este post he intentado ser más positivo respecto a mis posibilidades de abandonar este país, la verdad es que de momento me conformare con mi tradicional viaje a NYC, que espero que sea en breve, a la espera de que el departamento de inmigración de Nueva Zelanda me confirme si mi estado de salud física es adecuado para que me faciliten un visado (afortunadamente no comprueban el estado mental, o solamente lo comprueban si ha dado lugar a antecedentes penales. Si a mí también me sorprendió enterarme de que todavía existen los certificados de antecedentes penales y que incluso se usan para cosas).

Si me rechazaran por mi salud me deprimiría bastante ya que saber que mientras que un país probablemente un continente entero (ya que Australia debe tener normas parecidas) considera mi salud insuficiente para trabajar aquí todavía se espera que trabaje al menos quince años más y cada vez en condiciones de menor aprecio a la profesionalidad y/o a la experiencia que dan los años, con menos trabajo, peor pagado y de pero calidad e interés. En fin, ya veremos. Pero divago, ya, si eso, hablamos de trabajo y de la edad otro día.


Lecturas:
Baby – Annalesse Jochems
Greeks bearing gifts – Philip Kerr
Tinderbox – Megan Dunn
The Lazy Boys – Carl Shuker
Red Herring – Jonothan Cullinane
The Dharma Punks – Ant Sang

Helen and the Go-Go Ninjas – Ant Sang y Michael Bennett
Denuncia Imediata – Jeffrey Eugenides
El Bufón – Christopher Moore

The invisble rider – Kirsten McDougall
The Sound of her voice – Nathan Blackwell



viernes, 24 de agosto de 2018

Comentario de textos Julio 2018


Creo que este es el mes que más tarde empiezo a escribir (en la tarde del día 20), tan tarde empiezo que hay alguna de mis lecturas para las que mis recuerdos son, ya escasos, por no decir inexistentes. La verdad es que no tengo mucha excusa, salvo la de haber estado ocupado completando mi lista de visitas a los continentes visitables. Ya puedo decir que he estado en los cinco continentes clásicos (o en los seis, según cuente cada uno los continentes); solamente me queda la Antártida y ya veremos si no acabo acercándome un día de estos. Ya, tampoco parece gran cosa, lo sé, pero que es mucho más si tenemos en cuenta que a mí no me gusta especialmente viajar, o por lo menos viajar solo.

Por otra parte debido a los dos días que he pasado metido en aviones (por aquello de acercarme hasta ese quito continente que esta en las antípodas); a los días que he pasado en Piles a la vuelta y a las tardes lluviosas de Auckland, que no hacían demasiado tentador el pasearlas (tampoco es que fueran especialmente tentadoras en los días soleados, las tardes en Auckland, digo) pues el caso es que tengo bastante tarea atrasada en cuanto a libros.

Por si esto fuera poco también tengo tarea en cuanto a música ya que o me conformo con poneros dos temas (los correspondientes a la K) o me tengo que enfrentar a la letra L que, sospecho, es una de las letras con más grupos (incluso quitando los prefijos propios del español).

Y eso por no hablar de las historias asociadas a muchas de las canciones que aparecen en estas letras, entre las que están algunas de mis favoritas (historias, no canciones) y de las que no me va a dar tiempo a comentar como es debido, si quiero mantener esta entrada en una longitud razonable.

Empecemos pues con una canción infinitamente hortera cantada por todo un personaje al que no pude ver en directo cuando visito Madrid con la Gira Stiff de 1980 (si, aquella con Tempole Tudor, Any Trouble, Dirty Looks y similares) ya que por esas cosas del incomprensibles inlcuso en un año de hace tanto tiempo había en Madrid dos buenos conciertos a la vez. El otro concierto era un homenaje a Mario Armero, conocido – por muchos- como un imprescindible locutor de radio de los primeros tiempos de la movida madrileña (no en aquellos años, que por supuesto esta denominación no existía), y también conocido – por menos, eso si – como uno de los primeros mafiosos de aquella y enl que iban a actuar su caterva de grupos, sus acólitos: Nacha Pop, Mama, Los Secretos y otros.

El caso es que no se bien porque (posiblemente por razones monetarias de financiación, o probablemente por hacer de buen hermano) decidí acudir con mi hermana Maite al concierto homenaje, en lugar de a la gira Stiff. Decisión, o elección, de la que todavía me arrepiento ya que no solo no conseguimos ver todos los conciertos del homenaje (ya que Maite no soportaba el agobio de la sala y tuvimos que salir a mitad) si no que luego tuve que soportar las burlas de Jacobo durante varios años por haberme perdido no ya a los grupos excelentes que tocaban, algo completamente comprensible que hasta yo mismo sigo echándome en cara; sino incluso aguantar que el concierto de los Equators había estado bien, incluso a la altura del resto (la típica maldad entre amigos ya que, salvo honrosas excepciones, a ninguno de los dos nos gustaba, ni nos iba a gustar – hasta ahí podíamos llegar - el Ska, por muy británico que fuera) cosa que obviamente ponía, y sigo poniendo en duda. En cualquier caso cada vez que oigo esta canción me entran unas ganas incontenibles de divertirme y de hablar un idioma extranjero de una forma tan divertida (algo que seguramente, pese a lo que diga mi vanidad, hago siempre que hablo en Ingles).


Pero bueno ya que estamos en la letra K y hablando de conciertos resulta inevitable colocar aquí una canción de Kortatu (me ahorro el Sarri, Sarri para evitar extravagantes reivindicaciones políticas en estos tiempos revueltos de este segundo post franquismo que vivimos) y ya hablaremos otro día (aunque igual ya lo hemos hecho, mi memoria es más que lamentable) de este último concierto en Caminos (si bien, no el ultimo realmente; si el ultimo verdaderamente significativo). Que conste que de momento el título de la canción no se lo aplico a Auckland, o al menos no de momento, ya que no voy a decir nada de Auckland hasta que no se aclaren las cosas y sepa si tengo que cogerle cariño, o no (que no quiero ser el típico que cuando un amigo le dice eso de “no es mi novia” se lanza a criticarla sin dejarle terminar la frase esa que acaba con “nos hemos casado”; quedando como un auténtico bocazas); tampoco se la aplico al Madrid de aquellos años – en el que todo era nuevo, incluso mis años – así que solo nos queda el Madrid de hoy; y si, eso podría ser.



Pero, volviendo a las lecturas el caso es que, como recordareis, empecé el mes en Piles y la verdad es que lo empecé con cierta prevención frente a Las doce balas de Samuel Hawley, ya que una historia de un padre y una hija adolescente (o pre adolescente, que esa línea parece que se difumina cada día más y ya nadie sabe dónde empieza una y termina la otra, salvo por supuesto los adolescentes y los pre adolescentes) con un toque Tarantino no parecía una gran elección. Y aquí empiezan mis problemas ya que ahora mismo no recuerdo nada especial de esta novela, lo que sin duda significa que en su momento me pareció mala, o por lo menos maleja, sin gracia y sin nada especial. Pero mis problemas continúan porque en mi móvil hay una foto de una página que debe de ser de este libro y que sin embargo el mes pasado adjudique a otro libro erróneamente, o al menos eso creo. En fin, que ya no se puede estar seguro de nada.





Bueno una de las cosas de las que siempre se puede estar seguro es de que soy un vago y un mal porteador ya que siempre que voy a Piles me acabo quedando corto de lecturas y he de rebuscar entre los libros que hay por allí para entretenerme por lo menos un día o un par de ellos. Aunque pensaba que ya me había leído casi todo lo que hay allí (salvo por supuesto los libros que me niego a leer, por razones diversas que tampoco vienen al caso) me encontré con El secreto de Gray Mountain, novela entretenida en el sentido en el que lo son los best-sellers más clásicos de la que tampoco os puedo comentar mucho salvo la obviedad que se deja leer de forma entretenida.

Hablando de clásicos, aquí va ese clásico inevitable de los Long Ryders que habla de expediciones y expedicionarios (que no, que por muy calenturienta que sea vuestra mente – como la mía –Lewis y Clark no eran pareja; o al menos no son pareja heterosexual, aunque todos sospechemos que algo tuvo que haber entre ellos en esos viajes tan largos por esas tierras tan frías e inhóspitas).


La primera mano que sostuvo la mía, la escogí porque últimamente casi todo lo que leo de esta editorial (Libros del Asteroide) no solo me es desconocido si no que me gusta bastante o al menos eso es lo que mi memoria me dice cuando estoy escogiendo libros, aunque respecto a los libros yo soy como la protagonista y “hay momentos en los que la vida desparece por un agujero y no recuerdo lo que ha pasado. Por ejemplo, no me acuerdo de una cosa tan poco importante como que he tenido un hijo” y es posible que los autores de esta editorial ya no me sean totalmente desconocidos (creo que ya tengo varios libros del mismo autor, no del de esta novela, de otras) y tambien es posible que el porcentaje de libros de esta editorial que me gusten no sea tan elevado como lo es en mi recuerdo ya que este no me ha gustado prácticamente nada. Pero estas cosas nos pasan a todos, o ¿quién es capaz de decidir si esta canción (la primera vez que la oyó, me refiero; no ahora con la distancia) le gusto o le aberro? y ¿quién es capaz de decir que no le gustan los Lords of the New Church, con ese nombre tan chulo y su reputación?



Eso si, ahora mismo, viendo los libros leídos y mis notas sobre los discos de la colección de Álvaro, si os puedo asegurar dos cosas:

La primera es que La Investigación es una mierda de novela, o por hacer caso a la contraportada: una mierda de fábula. No es que la historia sea digna, o indigna de un niño de diez años, ni que el llamar a los protagonistas por sus actividades, sin ponerles nombre, resulte cansina e infantil, ni que la moraleja en el caso de haberla sea de una simpleza infinita (o más bien de una simpleza nula, ya que el concepto de infinito no es ninguna simpleza); no, lo peor para mi es que, aparte de todo esto, el autor estropee una gran referencia cinematográfica con esa corrección semántica de “No tenía mucho que perder. Al fin y al cabo, si estaba muerto, no podía estarlo más, dado que la muerte, se dijo, era un estado que no admitía superlativos. No se puede estar muy muerto ni extremadamente muerto. Uno está muerto y punto.” ¿De verdad? Venga hombre y ¿Qué pasa con Wesley y el milagroso Max? Un poco de cultura contemporánea en vez de tanta tontería. Al cine, o a ver la televisión cualquier navidad, lo mandaba yo para que comprendiera que se puede estar “muerto, o totalmente muerto”.

La segunda cosa que os puede asegurar es que el primer disco de Lloyd Cole sigue siendo un disco fascinante,  incluso en una tarde soleada pero que mejora mucho en una noche de lluvia (no necesariamente en Madrid, listillos, que sois como los toros… al primer trapo embestís sin tan siquiera tomar aire para la carrera) y por si alguno lo duda o no lo recuerda, aquí va uno de esos temas apabullantes que probablemente ni siquiera es el mejor del disco.


A mi vuelta de Piles tenía que empezar a preparar mi viaje a Nueva Zelanda, al que prometo dedicar una, o más, entradas posteriores ya que es país bastante extravagante, tan extravagante era todo que yo ni siquiera me di cuenta  (me lo hizo notar Álvaro a la vuelta) de que en los billetes ponía directamente “Te Putea Matua”, para referirse al Banco Central de Nueva Zelanda (o de Aotearoa que, para ampliar vuestra cultura , es como los nativos, ,os Maorís, denominan a Nueva Zelanda), algo que si bien, probablemente, no deja de ser cierto pues resulta excesivo reconocerlo tan explícitamente o para cualquier hispano hablante (especialmente para aquellos, que seguro que los hay, que se llamen Matua o para los Mateo que se puedan sentir aludidos). Es verdad que todo está del revés allí, no solo las cosas que uno sabe y espera (como el trafico) si no cosas más estúpidamente pequeñas como que hacia el Sur hace más frio y hay más montañas o que la gente es verdaderamente educada y respetuosa. No, no puedo confirmaros si realmente el agua des desagüe gira en sentido contrario ya que no tengo muy claro en qué sentido gira aquí y… bueno, se me olvido comprobarlo. Uno no puede estar en todo, ni siquiera en todos los temas “profesionales”. Ya os lo mirare, si vuelvo; o ya lo miráis vosotros si al final venís a visitarme (si es que me voy, que no estoy adelantando acontecimientos y nada está decidido; ni a medio decidir, ni nada).

No es que los preparativos que tuviera que hacer fueran muchos (me habría gustado probar a conducir por el lado correcto de la calzada para ir con confianza si tenía tiempo de alquilar un coche para hacer excursiones por el campo que parece que es lo más interesante de Nueva Zelanda, pero esto no es una tarea fácil, o dicho en modo Rajoy  es una tarea difícil, o en modo Hernandez y Fernandez, yo aún diría más, no es una tarea fácil), poco más que hacer la maleta y, dada mi edad y condición de salud, una bolsa de medicinas variadas y poco más.

Bueno, también me apetecía conseguir algo que leer en Ingles, idealmente en Ingles de Nueva Zelanda, para ir practicando en el viaje en avión, algo que inevitablemente me llevaría a volver a cometer mi característica doble traición, a mis dos librerías de referencia, para no tener que depender de las escasas novelas en ingles que hay en los kiosquillos del aeropuerto de Barajas (algo lamentable para un aeropuerto de esta entidad, e incluso para un aeropuerto regional).

Para consumar la traición me decidí por acercarme a una librería de Alonso Martinez que me sonaba tenían libros en inglés y en más idiomas: de hecho estaba convencido (esta vez con acierto) que se llamaba librería internacional. Por supuesto entre sin fijarme mucho y nada más entrar me asaltaron las dudas de si no debía haberme fijado un poco más y no meterme en una librería cualquiera,  ya que en la planta de calle (la misma que no tenía la relojería Enrique Busian, según sabemos todos que alguna vez hemos oído la radio)  no había libros más que en Español y de temas extravagantes. Esto me parecía algo raro para una librería internacional.  Afortunadamente y como ando en pleno proceso de cambio vital, aproveche mi lado femenino (ya que no parecía haber un plano o mapa que consultar con mi lado masculino) y le pregunte al dependiente que amablemente (por decir algo y ser algo más amable que él) me dirigió al sótano de la librería (los genios del marketing y de la colocación no dejaran nunca de sorprenderme).

Y si, era allí, en el sótano de la librería internacional, donde por extraño que pueda parecer estaban las diferentes secciones de literatura en idiomas varios y en la de ingles me sorprendió encontrar una novela de Connolly que no era de la serie de Charlie Parker ni de las otras series conocidas. La novela en cuestión: he, es una semi-biografía de Stan Laurel, el flaco, de El Gordo y el Flaco, aclaro, por si hay algún lector que anda flojo de historia del humor, del cine o en general de historia, digamos, contemporánea básica. La verdad es que es interesante de leer (su devoción por Chaplin, la de Stan Laurel, digo,  me resulta fascinante ya que a mí no es que me guste demasiado) y se nota el oficio de un escritor que la hace, más o menos, entretenida. Con todo, a mí la verdad es que no me ha llegado mucho. Probablemente por culpa mía y de mi desconocimiento de gran parte de la historia del cine, o por época debería decir del cinematógrafo. Estoy seguro de que para gente con más cultura, mejor dicho con una incultura menos enciclopédica que la mía, debe de ser fascinante. Con todo me encanta esta descripción de la industria del cine (concretamente la del productor Hal Roach, que obviamente era llamado cucaracha y no por ser tuno precisamente) que creo es aplicable al resto de industrias del entretenimiento (música, arte, literatura, etc.): “Hal Roach operates a manufactory and its machines must be fed. They are voracious consumers of ideas. They seek novelty, but only to replicate it. They demand variety, but only if it can conform to a set rule”. Un grave problema de difícil solución, ya que cada uno de nosotros lo amplifica al buscar la novedad y la variedad pero dentro de lo que siempre nos ha gustado, de nuestro propio conjunto de reglas, de estándares.

Pese a mi incultura del cine (matógrafo) clásico, mi incultura musical, siendo grande no lo es tanto,  me permitio alegrarme al encontrar en  la colección de discos de Álvaro ese clásico que empieza con ese fenomenal “people think I am the life of the party…” que luego siempre nos arranca (al menos a mí que soy un tipo sensible, con un lado femenino que me permite preguntar a dependientes) unas lagrimitas que al parecer dejan huella (por cierto que no sé porque pero la canción tarda en empezar, no os pongáis nerviosos).


Aunque me había comprado otro libro en inglés, para hacer que la traición fuera doble en todos los sentidos, la verdad es que con este conseguí llegar hasta Auckland sin problemas ya que viajaba por la noche y para no parecer el más raro del avión decidí, además de no sacar mi cuaderno de notas, hacer como que veía alguna película (que así también practicaba mi ingles oído, otra asignatura pendiente) e incluso disimular que dormía un rato (probablemente quedándome dormido, como buen actor del método que soy).

Como ya he comentado no quiero hablar mucho de Auckland (de momento) pero solo diré que se supone que es una ciudad de 1,3 millones de habitantes y que pese a que yo soy un tipo andarín al que le gusta patearse las ciudades (normalmente hasta los límites de los mapas oficiales u oficiosos) me costó encontrar una librería decente en la ciudad y para encontrar la segunda, la única anunciada como “independiente”, tuve que salirme del mapa oficial por bastante, hasta una zona residencial llamada Mount Eden (Auckland no es una ciudad, en un sentido europeo, sino que es un conjunto de núcleos pequeños unidos entre sí pero separados por descampados, zonas industriales e incluso cementerios) y llegar a la librería Time Out.

Como yo no soy mucho de saludar, ni de preguntar (pese a mi lado femenino ya mencionado) me dedique a recorrer la librería (bueno, recorrer, recorrer; no, ya que es pequeñita) hasta localizar la sección de escritores Neozelandeses ya que me apetecía leer cosas locales. Me hice con unos cuantos libros, escogiéndolos tras una cuidadosa valoración del título, la portada e incluso una rápida lectura de la contraportada y cuando ya tenía mi pequeño montoncito me acerque a la cajera y de la que escaneaba los códigos para cobrarme aproveche para preguntarle lo obvio (ya que no lo había hecho al entrar) ¿Qué si me recomendaba algún autor contemporáneo neozelandés? que no conocía ninguno y que me apetecía intentar aprender cómo funciona el cerebro de los locales ya que tengo la teoría de que se aprende más de cómo funciona una sociedad o de cómo es la gente de verdad, leyendo ficción que leyendo, digamos, una guía de la ciudad e incluso hablando con los nativos (pese a que ella no era Maorí tuve el cuidado de no referirme a ellos como aborígenes, ya que aún no sabía si los neozelandeses son, o no, susceptibles con este tema. No, no parecen serlo).

Como no puede ser menos con gente de origen anglosajón, nos pusimos a charlar de esas cosas típicas entre turista y nativo y resulto que había estado en España, en Barcelona, para asistir al Primavera Sound; algo que he de reconocer me pareció increíble ya que eso de recorrerse medio mundo para ir a un festival me parecía demasiada locura por muy indie que uno sea y por muy aislado que viva en una isla. Si, si, ya se, ya se, por donde vais y  eso de la mota y la viga… y que un tipo que se ha recorrido medio mundo solo para ver si le ofrecen algún trabajo interesante no es quien para criticar los motivos de viaje de nadie, ni siquiera de una indie, ni tan siquiera de una indie casi seguro lesbiana (afirmación que no pretende ser peyorativa, ni valorativa, sino solo enunciativa ya que el otro sitio que había visitado de España era Sitges y sus recomendaciones lectoras tiraban – como más tarde comprobaría – hacia la literatura de género, o como se diga).

En cualquier caso me di mi paseo de vuelta hasta el apartamento y me dispuse a leer una de sus recomendaciones: The new animals, que me apetecía bastante ya que la acción se sitúa en Auckland, en la actualidad y , pese a que sus protagonistas son millennials preocupados por la moda y por lo tanto no exactamente interesantes para mí, igual me aportaba alguna idea de hacia dónde dirigir mis pasos en las noches de Auckland, mas allá de la zona del puerto, si no para unirme a un grupo de millenials por lo menos por simple cotilleria social. La verdad es que la historia, como era esperable, no consiguió interesarme; tampoco me resultaron especialmente interesantes los personajes ni el estilo ni el tono de la escritura; y encima la zona en la que pasan la acción, K-Road, que en la novela se describe como una zona llena de gente y vida nocturna era bastante inhóspita para el estándar de una ciudad como Madrid,  y en ninguna de las veces que la visite (varias a distintas horas) no conseguí encontrar la actividad que se describe en la novela (igual este año ya no es una zona de moda, o los aborígenes son astutos y se esconden al olor de los turistas ávidos de color local o sedientos de oír una buena canción; nunca se sabe con estos Abo).

Pese a la decepción de K-Road en cuanto a la vida nocturna de Auckland si conseguí encontrar un par de sitios, escondidos en callejones no recomendables,  en los que si bien no se podían escuchar canciones como esta de los Lem Price 3, si se podían escuchar algunos temas de sus “padres espirituales”  (me refiero para los de oído duro a The Jam, entre otros):


Tras esta experiencia con las recomendaciones de la librera decidí darle una oportunidad a una de mis elecciones al azar: A line too far, novela que había escogido pese a que la acción de la misma se sitúa en Australia (que no es lo mismo que Nueva Zelanda y que de hecho no esta tan cerca cómo nos parece desde este lado del globo) porque su premisa tenía un aire a una de Murakami (el bueno, no el que estáis pensado) que ya me había leído.

En esta unos comandos chinos se hacen con la mitad de Australia sin ninguna violencia, llegando a las bases militares en autobús turísticos y tomándolas por sorpresa tomando como rehenes a los soldados de las mismas, para luego reclamar que Australia pacte con ellos la entrega de la mitad del territorio (en la de Murakami son unos comando coreanos los que invaden unas islas japonesas sobre las que reclaman la soberanía, en plan batalla de Perejil). Pese a que la zona de Australia que invaden apenas tiene población, solo tiene muchos recursos naturales sin explotar, tampoco es aceptable regalársela a los chinos por lo que el primer ministro llega a una solución bastante demencial que no es contare, no sé bien si por no estropearos la novela (aunque dudo que llegue a traducirse) o bien por dejaros con la intriga y la duda ya que es divertida de leer (quien sabe igual si la traducen, o hacen una película) o tal vez solo por hacerme el cultureta interesante. A mí personalmente me ha encantado  la descripción de la multiculturalidad de “Australia: another great melting pot of people where the temperature had never been enough to dissolve racism and prejudice” por aquello de su aplicabilidad a muchas otras zonas, incluso con menor temperatura, en las que la multiculturalidad no ha conseguido eliminar estos males.

Si bien el orden de una discografía (o de un colección de discos, si fuera el caso; que no lo es porque todos sabemos que Álvaro no colección discos, ni cosas en general) es muy personal me sorprendió mucho encontrar en la letra L un recopilatorio (Let’s Active) de IRS, una discográfica o distribuidora muy, pero que muy ochentera, y en cierta medida “combativa” y me alegro volver a escuchar a The Alarm, un grupo de esos que a mí me gustan desde siempre pero que aún no he encontrado a nadie más a quien le gusten y que viene bien para ambientar una novela de invasiones.

Ahora que me doy cuenta veo que en Auckland tampoco leí tanto como me había parecido, supongo que al final entre unas actividades y otras estuve más ocupado de lo que tengo la sensación de haber estado, ya que solamente me dio tiempo a empezar el otro libro que había comprado en Madrid: Madness is better than defeat, antes de empezar a empaquetar los libros y ropas para volver a encerrarme durante un día en un par de aviones de vuelta (quien sabe si temporalmente) a este país demenciado con mis dementes compatriotas de los que me sentía tan distante en el cambio de avión en Dubái (y solo llevaba diez días sin haber tratado con ningún español) que me produjo un verdadero shock cultural (el encontrarme tras varios días sin tratar con compatriotas, encontrarme a la espera de  un avión que se iba a llenar de españoles, muy  y mucho españoles). En cualquier caso, ya hablaremos, si eso, otro día, de nuestros compatriotas y de cómo son (somos, me temo aunque no me guste; pero unos más que otros) mi toma de contacto con ellos me convenció de que tiene que existir vida en otros planetas, ya que claramente la tierra es el manicomio de la Galaxia y España es el ala de casos especiales, de los casos irrecuperables me temo.

La novela es de esas bastante delirantes y divertidas, desde la premisa inicial, que ciertamente merece la pena leer, aunque combine cosas excelentes con cosas más flojillas e incluso previsibles y ya conocidas. Entre las mejores, para mi,  esta reflexión sobre la escritura de informes en organismos oficiales, concretamente en la CIA: “The agency generates millions of pages of documents a year, much of that in the form of first-person narratives, and although the internal literature of the agency may never had its Modernist or its Beat period, it’s absurd to suppose that a bunch of neophiliac college-educated guys at their typewriters would be totally unaffected by what’s going on out at the publishing houses that in some cases they’re secretly funding.”

Estoy convencido que aquí existe un tema de tesis interesante y que un estudio de la evolución del lenguaje en los informes de inteligencia (o de otros ámbitos) seria verdaderamente divertido de leer, a la par que educativo. Mucho más interesante, eso seguro, que leer este blog del que hoy me despido con este tema de Power-Pop de The Look, casi en forma de agradecimiento por seguir hasta aquí conmigo, si es que alguno lo habéis conseguido, o como petición para otras entradas u otros días, o alguna opinión: “Be with me”.



Lecturas:

Las doce balas de Samuel Hawley – Hannah Tinti
El secreto de Gray Mountain – John Grisham
La primera mano que sostuvo la mía - Maggie O’Farrell
La investigación – Philippe Claudel
He – John Connolly
The new animals – Pip Adam
A line too far – B.C. Colman
Madness is better than defeat – Ned Beauman

domingo, 15 de julio de 2018

Comentario de textos Junio 2018



Hay un experimento bastante conocido de psicología que se supone prueba la capacidad de percepción y concentración, en el que se pide a los sujetos que observen un video de un partido de baloncesto y cuenten cuantos pases da el equipo que lleva la camiseta oscura. No parece ni difícil (no lo es, la mayor parte de la gente acierta, o se aproxima bastante) ni especialmente interesante, sin embargo los experimentadores lo ven como una prueba de la escasa capacidad de percepción de los sujetos. ¿Cómo, os preguntareis, llegan a semejante conclusión?  Pues sencillamente porque es un experimento tramposo, muy tramposo. Resulta que mientras estas contando los pases un tipo disfrazado de gorila cruza el campo de juego haciendo chorradas y la mayor parte de los espectadores no se dan cuenta de este hecho, no es que no lo comenten, es que sencillamente no lo observan.

¿Prueba esto que los espectadores no tienen capacidad de percepción? Yo lo dudo, al fin y al cabo lo que se les ha pedido es que se fijen, y cuenten, el número de pases que realiza el equipo vestido de oscuro, no se les ha pedido que se fijen en si hay algo anormal en el partido (por muy anormal que sea) igual que tampoco se les ha pedido que se fijen en el color de pelo de los jugadores. Para mí, y en las repeticiones del experimento se pone de manifiesto, es evidente que si no les hubieran pedido que contaran los pases seguramente casi todos hubieran observado al tipo disfrazado de gorila, pero al imponer una tarea concreta en la mente de los espectadores se desvirtúa su capacidad de observación y percepción.

¿Por qué inicio hoy este blog “de libros” con algo tan fuera de lugar? Bueno, pues básicamente porque yo voy a hacer algo parecido y hablando de libros (y canciones) voy a intentar que no se noten mis comentarios sobre algún posible cambio importante en mi vida (la palabra clave de esta frase es “posible”, ya que de momento solo es una posibilidad que estoy explorando, para nada una realidad. Tan solo una idea). Bueno, hare eso o igual – depende de cómo se desarrolle la escritura – igual ni siquiera lo comento en este blog, como si yo fuera tan supersticioso como un escritor que nunca cuenta de que van sus novelas hasta que no las ha terminado cuando la realidad es que yo no soy supersticioso porque serlo trae mala suerte. Así que en esta entrada os pido contéis el número de vocales que aparecen en la misma.


Pero vamos con el experimento y empecemos por mi primera lectura del mes, Papá se ha ido de casa, título que obviamente no invita a leerla pero que como la contraportada la clasificaba de “un clásico del feminismo inglés”, siendo este un tema del que no tengo ni idea, no ya del feminismo inglés, si no del feminismo en general, pues me decidí a comprarla a ver si aprendía, comprendía, aunque fuera algo básico que tampoco era mi interés averiguar las diferencias entre el feminismo inglés y el feminismo de otras nacionalidades. ¿He aprendido algo? No, la verdad es que no, no he aprendido nada pero igual esto se debe a que ya sabía algo de las diferencias históricas entre hombres y mujeres y como estas todavía se mantienen en gran medida (en mayor medida en unos sitios que en otros) a día de hoy (más aun en la época en la que está escrita la novela, 1958). Si, supongo que he aprendido (o podría haber aprendido de no saberlo) que las costumbres sociales son incluso más inamovibles, o más lentamente transformables, que los conocimientos científicos, esos mismos que la protagonista en cierta medida asume durante la novela: “Ella había leído en algún sitio que, en el pasado, la gente creía que el cerebro tenía como finalidad derramar vapor frio sobre el corazón para enfriar las pasiones. Al parecer eso es lo que le estaba sucediendo a ella en aquel momento”. Si, la gente ha creído durante mucho tiempo cosas como estas y como que las mujeres deben de servir al hombre, o que su verdadera finalidad es la de ser “reproductoras” (en este sentido esto no solo una absurdez del feminismo sino de toda la sociedad que trasmite la idea de que la reproducción es parte de una vida completa, tanto para las mujeres como para los hombres) y lo que es peor es que mucha gente sigue creyendo en cosas igual de absurdas o incluso todavía más absurdas como que existen alimentos naturales y otros que no lo son, que existen alimentos libres de químicos, o eso que no todos tenemos los mismos derechos (ya sea hablando de mujeres y hombres, tendencias sexuales, lugar de nacimiento o creencias). Si, todavía quedan grandes bolsas de ignorancia y estupidez en el mundo que deben de ser erradicadas.

Por cierto que esto es algo de lo que yo no me considero liberado ya que todavía considero que hay grupos…  y grupos de chicas. Por ejemplo en la colección (perdón discografía, que no colección) de Álvaro hay dos copias del disco de Heroines (uno de los grupos favoritos de Helena) que pese a ser un grupo paritario, para mí, es claramente un grupo de chicas, que suenan así de bien (o incluso mejor) lo que no tengo ni idea de si me convierte en feminista (por considerar que en este grupo las chicas son más importantes que los chicos, siendo el mismo número) o en machista (simplemente por hacer la distinción). Ni idea, con estas cosas me pierdo.



Algo con lo que si me he quedado de este libro es con ese “Se hallaban, en plena madurez, aun capacitados para cometer cualquier crimen y cualquier grandeza, paralizados por la trivialidad” que siento es de aplicación a mi edad actual (igual no en plena madurez, si no ya un poco pasado, posiblemente solo aprovechable en forma de macedonia, y con capacidad solo para cosas de tamaño mediano; nada de grandezas ni mucho menos de crimenes) pero ciertamente paralizado por la trivialidad. Un poco menos paralizado ahora que me estoy planteando marcharme de este país para quitarme toda esa trivialidad de encima e intentar tomar un nuevo impulso. Como según el experimento debéis andar entretenidos contando vocales, sin prestar demasiada atención a la lectura, aprovecho para dar salida al gorila a cancha y os cuento que el jueves me marcho a Nueva Zelanda, de momento para conocerlo pero con la sincera intención de conseguir que me guste, me ofrezcan un trabajo que me interese y volver para quedarme y reinventarme para dejar de lado esta trivialidad que me paraliza y confiando en que no me salga mi Doppelgänger malvado como el que cantaban que tenían los Hex Dispensers:



Precisamente el tema de los Dopplegänger y en su acepción más normal de “gemelo malvado” encaja con mi siguiente lectura, La novia gitana, ya que su supuesta autora (Carmen Mola) es obviamente un seudónimo (algo que no hacía falta que indicaran en la solapilla, aunque es posible, incluso probable, que existan varias Carmen Mola a las que tampoco quiero ofender que igual alguna es familia de general golpista y tampoco es plan de empezar otra guerra civil por una bromilla) que es algo que puede asociarse a un gemelo, a un Dopplegänger, y porque es mala, como si fuera un gemelo malvado, aunque claro igual el gemelo original tampoco es bueno. NI idea, ya que la lectura de la novela no me ha producido ni el más mínimo interés en saber quién es quién se esconde tras ese seudónimo, así que puede que este sea su gemelo malvado o puede que incluso sea su gemelo brillante, habrá que averiguar quién es el gemelo original para decidir. En cualquier caso creo necesario aclarar que no es que sea una novela pésima, ni siquiera especialmente mala, lo que pasa es que es una novela que no tiene nada: ni una historia clasificable como buena, ni unos buenos diálogos, ni personajes de los que te gustaría saber más; pero como lectura de verano pues se deja leer pero poco más.

La novena hora se inicia con un suicidio, lo cual es una forma cunado menos llamativa de empezar una novela que si eres como yo (y no te has leído la contraportada para saber de qué va la novela) pues te deja con la duda de si la novela se centrara en cómo se ha llegado a esta situación o si bien la novela tratara del futuro y de la aceptación, o no, de este suicidio; de su impacto en otros personajes. Si no eres como yo (y te has leído la contraportada) ya sabes que solo es un punto de comienzo como otro cualquiera y que realmente la historia no trata del suicidio si no que este es solo eso, un punto para situar a los personajes y justificar parte de su situacion. Supongo que si yo fuera un poco menos como yo me habría costado un poco más comprar esta novela ya que las vidas asociadas a un convento de Brooklyn me interesan bastante menos que la perdida voluntaria de la vida, el suicidio, que he de decir es un tema que me interesa mucho.

Aclaro, antes de que alguien se me ponga nervioso: no como acto a practicar, sobre todo porque solo se puede practicar una vez y yo soy más de hacer cosas repetitivas, ya que siguiendo una famosa regla informática a mí nunca me sale bien a la primera ya que si algo funciona a la primera es que está mal; pero también en gran medida porque pese a que soy una persona básicamente feliz.

Por aclarar la aclaración, confesare que no tengo el valor de negar que en algunos momentos la idea de este acto haya pasado por mi mente, todos tenemos momentos verdaderamente malos en los que lo mandaríamos todo a paseo (por no decir a la mierda), a todos nos han dado sirocos en los que no vemos mucho sentido a las cosas. Afortunadamente nunca me he sentido cerca, posiblemente por mis experiencias vitales sobre el impacto en otras personas, pero en gran medida creo que también, pese a lo que recomiendo la sabiduría popular, porque no me he dedicado a compartir estos sentimientos depresivos cuando los he tenido y a que mi relación con las drogas siempre ha sido recreacional y no paliativa, nunca he bebido o he tomado drogas para intentar olvidar o salir de una situación, solo para divertirme o ser lo suficientemente social como para intentar seducir a alguien, solamente para mejorar una situación que ya era buena. Para mí solo existe una forma de enfrentarse a las situaciones malas y es la de plantarles cara, con todas tus fuerzas pero solamente con tus fuerzas; si necesitas sustancias que te den fuerzas adicionales, o si necesitas el apoyo de otras personas (más allá del que ya tienes, del que te has ganado, en condiciones normales) nunca lograras enfrentarte de verdad a las cosas malas, solo las esconderás, ellas se dedicaran a crecer mientras tu no las miras y tú te harás dependiente de ese apoyo externo (ya sean sustancias o personas) algo que me parece más un problema que una solución. Pero divago, ya, si eso, hablamos de temas serios otro día, que ahora es el momento de que sigáis contando vocales y de aprovechar para recordar otro clásico de la letra H, los Hi-Risers:


 En cualquier caso y aunque la novela no trate mucho del suicida deja algunas reflexiones para católicos y otros creyentes en reencarnaciones: “¿acaso puede haber un tormento mayor para un hombre cuyo pecado fue el suicidio que el de permanecer atrapado para siempre en el cuerpo del que había intentado deshacerse?”; e incluso otras para grandes preguntas para los agnósticos con sentido del humor (pero no del tiempo): “¿acaso no es gracioso como morimos todos al mismo tiempo? Siempre al final de nuestras vidas. ¿Por qué preocuparnos?”

A finales de mes, para evitar las fiestas del Orgullo Gay (y Lesbico y Trans, y Bi e indiferente, y cualquier cosa salvo, no sé bien porque, las de aquellos a los que la identidad sexual no nos parece relevante) que ya son las fiestas principales de Madrid que la hacen inhabitable, desplazando a otros santos patrones (como San Isidro, La Almudena, La Paloma o El Camen) más tradicionales y que a mí me molestaban de forma similar (a mi odio por las multitudes y por los festejos populares no le importa la identidad sexual o religiosa, o la causa solidaria que se reivindique y solo respetan, parcialmente las fiestas de San Genaro en NYC) me marche a Piles lo que me obligo a volver a visitar mi librería de referencia, la Librería Méndez de la calle mayor, para proveerme de lecturas ya que ni siquiera tenia lectura para un viaje en cercanías hasta la Librería Fuenfria de Cercedilla, algo que si yo fuera mi hermano me haría cantarme, sumamente enfadado y decepcionado por mi escaso apoyo al negocio, al menos el título de esa temazo de Husker Du, que os recuerdo:



En cualquier caso y sin comprobar si mi hermano ha decidido no volver a hablarme, por no subir a visitarle o por alguna de las otras razones que Husker Du, da en ese temazo, me compre, entre otros, para llevarme a Piles, uno de esos libros que asusta por su tamaño, más de seiscientas páginas, vamos, lo que viene siendo un verdadero “tocho” que se llama Tierra Madre y del que la frase de la contraportada me parecía tan buena como esa de las familias felices y tristes de todos sabéis quien: “Uno viene de una familia como de una tierra lejana. La nuestra era un caso aparte con sus propias costumbres y crueldades”.

Si bien yo le hubiera aplicado el método Stephen King (que según el mismo consiste en eliminar al menos un diez por cierto de lo escrito en cada revisión y realizar más de tres de cada original), al menos un par de veces y le habría quitado unas doscientas páginas que, para mí, no son más que repeticiones la verdad es que es un libro que me ha impresionado.

Según lo leía no podía dejar de pensar en que la madre del libro es exactamente igual que mi abuela: abusiva, manipuladora y sencillamente mala, así como pensar que en gran medida ha sido una suerte que, en cierto modo, mi madre fuera hija única (realmente tuvo un hermano pero murió muy joven) y mi abuela no pudiera ejercer la manipulación final de enfrentar a sus propios hijos. Con doscientas páginas menos habría sido mejor novela y creo que incluso habrían resaltado más esas frases de defensa de los lectores que a todos (los lectores, se entiende) nos gusta leer y nos creemos como grandes verdades: “La gente que lee mucho y con fervor aprende un idioma y habita un mundo que es diferente del mundo de los que no leen. No me refiero a los analfabetos, que, como tantos que conocí en África, desarrollan unas habilidades de observación especiales. Los no lectores son meramente vagos y arrogantes y obtusos. Y cuando hablo de lectores, no estoy pensando en los que están siempre buscando la última novedad, sino a los que vagan por el ámbito de la literatura, a los que se meten entre sus matorrales y en sus cavernas, a los que recorren los caminos poco transitados por los que solo los genios descarriados se aventuran. Los nombres famosos, desde luego: Shakespeare, Dickens (el Shakespeare de la novela), Flaubert, Joyce, Twain y Melville. Incuso quienes no leen conocen estos nombres, y aunque nunca abran un libro, han oído lo de «ser o no ser» y lo de por «por favor, señor, quiero un poco más» y que el capitán Ahab tenía una pata de palo y que la ballena es blanca. Pero nunca han oído los nombres de …” y sigue con una lista de autores que me excluye de su clasificación como lector debido a mi incultura enciclopédica (aunque me siento menos excluido que muchos conocidos míos que más que lectores son practicantes del Tsundoku, esa intraducible palabra japonesa que describe el hecho comprar libros solo para dejar que se apilen, sin leerlos).

Estando ahora mismo planteándome un cambio vital hay otras frases, en este libro con las que me siento identificado: “Con el tiempo, comprendes que se llega a un momento en la vida en el que no hay nada más para ti, nada más que una creciente repetición, el eco moribundo de las cosas pasadas.” pero con las que no me conformo, creo que esto se puede, y se debe cambiar, aunque para ello uno tenga que plantearse algún cambio que pueda ser clasificado de radical. Algunas veces uno ha de pasar de hacer el punk de Refused al PowerPop de The Lost Patrol Band o incluso dedicarse a cantar en un idioma incomprensible para la mayoría del universo, reinventarse como Invasionen y dar uno de los mejores conciertos que he visto en el Wurlitzer y puede que incluso fuera del Wurlitzer.


Algunos cambios aunque nos hagan ser un poco más incomprensibles resultan a veces necesarios para avanzar. Y aquí termina el experimento, el numero de vocales del texto o cualquier otra cosa, para eso están los comentarios.


 Lecturas:

Papa se ha ido de caza – Penelope Mortimer
La novia gitana – Carmen Mola
La novena hora – Alice McDermott
Tierra Madre – Paul Theroux